martes, diciembre 12, 2006

Fuime.



Bueno, gente. Les escribo por tres razones:
1- Esto es lo que se supone que será mi último posteo (o hasta quién sabe dónde o quién sabe cuándo). Las razones son que me mudo dentro de poco a otra casa, a otro barrio, a otra gente, a otra vida, y asumo que no vamos a tener internet, no al menos en forma inmediata, tampoco sé si me resulte muy grata la idea de volver a tener esta cosa, aunque en ocasiones es útil. Así que por cualquier cosa, me van a encontrar en mi correo normal:
m_e_annibali@hotmail.com.
2- Agradezco a las personas que han pasado para leer, para compartir, para putear, para hacer buenas críticas, para los que simplemente han venido a hacer nada, a los que llegaron por equivocación, y por equivocación se quedaron. (a Martín, Alejo, Marta, René, Jorge, Pablo, Gilda, Kabir, Gabriel, Maxi, Sara, David, Javier y a los demás abrazo grande)
3- Por último, resta hacerles una invitación para los que anden por Córdoba el Jueves, en la Facultad de Filosofía se presenta la Revista Escribas, a las 18 hs. Parece que se publican unas obritas mías que el año pasado ganaron el premio ‘Letras 2005’. Y eso es todo.
Nada es lo mismo
La lágrima fue dicha.
Olvidemos
el llanto
empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.

¿A qué llorar
por el caído fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?

No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:

nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.
(Angel González)
La Che Madame, agradecida:)

jueves, diciembre 07, 2006

Dos hermosas animalas poéticas (Joplin-Pizarnik)


a cantar dulce y a morirse luego.
no:
a ladrar.

Así como duerme la gitana de Rousseau,
así cantás, más las lecciones de terror.

hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.
Me pregunto si eso no aumentó el error.

hiciste bien en morir,
por eso te hablo,
por eso me confío a una niña monstruo.
(Alejandra Pizarnik)

martes, diciembre 05, 2006

Ad infinitum (Primera parte)



Dijo su nombre cuando los indios cruzaban la sierra llevando albos corderos en la espalda, para ser sacrificados.
Lo dijo cuando bajaban, cuando ya fueron una idea en medio del valle.
Cuando se imaginó cómo llorarían los animales la ausencia –la muerte- de los que aman.
Dijo su nombre cuando supo que el vocablo hu'~u significa suavidad en quechua, sonido que recuerda al viento al pasar por las bocas de la caña de azúcar, sonido que también recuerda la soledad, que también recuerda la dulzura, y los nacimientos de las cosas tibias.
Dijo su nombre al promediar Octubre, y era natural que lo dijera entonces, pues en muchos lugares de la ciudad brotaban los duraznos, las manchas de aceite en el asfalto se expandían, algunas piscinas abandonadas comenzaban a tener verdín.
Dijo su nombre muchas veces en una sola noche, cuando su casa se llenó de fantasmas y todo estaba demasiado lejos, hasta su vaso de agua y sus pastillas de insomnio.
También cuando amaneció lo dijo, porque las mujeres taconeaban en las calles pegadas a unos hombres somnolientos, que olían a cigarrillo, a flores, a perfumes pesados.
Dijo su nombre porque poetizar era imposible en el edificio lleno de cañerías, de puertas, de muebles que se corrían, de niños que se arrojaban por las barandillas de las escaleras, de los insectos brillantes que caminaban en celo. Todo eso trastornaba el silencio, y le era imposible escribir, pensar, nombrar otra cosa.
Dijo su nombre porque estaba triste. O porque era triste. O porque lo triste era su nombre, las letras que caían de a pedazos, como por un tobogán, en esa lengua humedecida y rosa.
Dijo su nombre porque en parte había olvidado a sus muertos, o porque sus muertos en realidad no existían, sino que el fuego de una sola existencia golpeaba como golpearían los pájaros las cabinas de los aviones.
Lo dijo porque su cuerpo era el poema. Era el delito. Y a veces sólo era el cuerpo.

Nota: La imagen pertenece a Francesco Marmo.

miércoles, noviembre 29, 2006

La otra.


Esperá adentro, serpiente mía.
Esperá, que sabemos que la muerte viene,
con sed de nosotras,
con hambre de nosotras,
con un amor de locos

Sé que te abrasan la boca los chispazos,
que te envenena ser mi oscuro retoño,
la que espera dentro en mitad de la ceguera,
callada.

Sé que te hierve ser siempre la otra,
la postergada media parte de mi toda sangre,
que no puedo parir,
que no puedo nada,
y me envenenás,
me vas pudriendo el hueco de luz
en el que mi ternura abreva.

A veces somos la otra,
la que tiene la boca cosida,
y nos vamos royendo las costillas como perras,
ignorantes de este mutuo suicido,
descorazonadas,
confundidas.

domingo, noviembre 26, 2006

Poemario 'Unidad de lugar'


1-
El silencio me ahorca.
Tiene una cuerda tensa por donde levitan las hormigas.
Vos, al otro extremo de mi garganta,
tensando la soga según la abertura de mi boca.
2-
Instrucciones para suicidarse:
Pinte una mujer así de grave,
así de puta, así de etérea.
Enséñele a gritar, a decir barbaridades,
a usar rouge y comer manzanas.
Queme el cuadro en el patio,
donde a veces bajan algunos ángeles,
ahí, junto al limonero.
3-
El pueblo, sabemos, se magnifica por la tarde, con ese color a venganza.
Es la hora en que los caballos explotan en las plazas,
cuando muerden, cuando se inseminan, cuando se expanden.
Se dan de bruces contra las puertas cerradas,
juegan el juego inmenso, infinito y circular de perseguirse
y de arrancarle los huevos azules a las urracas,
con un gemido que las confunde.
El pueblo tiene un corazón de caballos.
4-
Están los niños del hambre por la segunda avenida.
Son un suspiro, un debilitamiento,
son casi un par de ojos bebiendo del pezón del aire.
5-
¿Dónde ocurrió el primer blanco?
-Aquí- dice Juana, y muestra sus pechos.
6-
En la caramelería se tiene sexo bestial.
Sobre las mesas, embebidos en melaza y celofán,
los hombres acostumbran a gemir.
Las mariposas chillan y les arrebatan el sudor de la entrepierna.
Allí nunca hay suficiente aire para nadie.
7-
Han pisoteado tantas amapolas, y tantos gladiolos, y tantas, tantas rosas
que todos dicen: -Aquí ha muerto un pedazo de Dios.
8-
No tengo más palabras.
No tengo más deseos.
Tengo sólo este muñón sangrante que gotea,
y gotea,
y gotea,
sobre el papel blanco.
(Algún día, la biblioteca que escribo, se acabará)
9-
Esto es un sueño:
En el mismo recinto, me persiguen las abejas,
en vuelo circular y atenazante.
Esta zona tiene esa fauna infernal,
breve, díscola, dorada, musical.
No soy Francesa da Rímini,
pero no estoy exenta de la lujuria.
10-
Cruzo la puerta.
Desciendo un círculo.
Observo el cuerpo elevado de las flores matinales:
como con cintura de mujer y lazos,
como con algunas invisibilidades masculinas
haciéndoles estremecer los tallos.
11-
Hacia abajo, los cerdos.
Son los potreros inundados,
los charcos florecidos de moscas verdes,
el revolcódromo de la carne fofa
que
cae
con sus dientes sobre las raíces de las magnolias
y unos cuantos gusanos deliciosos.
12-
El agujero de la bala en la cabeza del suicida
es un espacio atroz y maravilloso.
Por ese túnel desciende la luz del mediodía
y los pájaros le anidan,
como sin vértigo,
casi desabismados,
entre el ojo izquierdo que está cerrado
y el ojo derecho que apunta a la mujer desnuda.
13-
Entre aquella estatua y la fuente,
un diablo blanco y fugaz cruza llevando a un niño en brazos.
Lo amamanta con lúgubres delicias,
y luego lo lleva a su nido y le habla del Mal.
(De los hombres murmura cosas con pena y vergüenza)
14-
La lluvia crea zanjas de ausencia, en la zona.
Quien se cae allí, muere.
Quien se cae allí, florece a la primavera siguiente.
Silban, las almas encajonadas,
o se reconocen en el murmullo del viento.
Mandan grillos con mensajes crípticos, en ocasiones, veraces.
Por eso es tan triste la lluvia,
por eso es tan fuerte el llanto de las madres que pierden a los niños,
en los campos llenos de barro y corderos.
15-
"Rainer, quiero encontrarme contigo [...], quiero dormir junto a ti, adormecerme y dormir [...] Simplemente dormir. Y nada más. No, algo más: hundir la cabeza en tu hombro izquierdo y abandonar mi mano sobre tu hombro izquierdo, y nada más. No, algo más: aun en el sueño más profundo, saber que eres tú. Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y besarlo".
(Carta de Marina Tsvetaeva a Rainer M. Rilke)

- Marina, ¿qué buscas aquí?-
- Busco –me dijo- el hombro izquierdo de Rainer.
- Vino la Venus de Milo, tan rodeada de flores, y de gaviotas,
y se lo llevó para sí.
Pero te dejó su corazón, el corazón de Rainer.
- Solo buscaba su hombro, el izquierdo.
El corazón de los hombres no me sirve ya para nada.
- Eso es una verdad tan redonda como tus ojos.
Y el doble de clara.
Y absoluta.
16-
No he visto un automóvil en años.
La ruta se ha secado de pronto, un buen día,
como a las cinco y media de la tarde.
El último cacharro, rojo, detenido en el tiempo,
sirve para que las larvas de las mariposas retocen.
Algunas son peludas y ambiguas.
otras pálidas y finas,
como un retrato de Erzsébeth Bathory.
En el reverso de las alas, sin embargo,
tienen dibujos sacros,
y cantan melodías aprendidas en los barrios bajos,
al amparo de las lámparas de aceite.
17-
Salvo por la hidra que emerge por las noches,
los adolescentes consiguen amarse en el lago.
Y se preñan de pequeños dragones transparentes.
Y se preñan de niños con ojos espejados en el agua.
Otros hombres paren mujeres con cinturas de Afrodita.
En el agua quedan flotando sus transparencias,
algunas venas azules,
un sabor a castidad perdida y ultrajada.
El pueblo bebe un cáliz de alucinaciones medioevales.
18-
¡Cuánta beldad gris y eléctrica nos deparan las antenas!
Por la noche, disparan unos rayos azulinos,
cuando las palomas no alcanzan a predecirlas,
y se desploman, calcinadas y amargas,
sobre la calle.
Los ojos secos, son círculos concéntricos,
donde se adivina el camino hacia el Infierno.
19-
Una sola vez al año, se incendian las iglesias.
Se limpian de nidos, de aureolas, de oro,
de peregrinos, de jaulas con santos olorosos a nardo.
Algún Cristo embrutecido por las crucifixiones,
comienza a perseguir a las vírgenes griegas,
para hacerlas levitar en un acto inacabable y místico.
De la sombra de las alas, les acomete una luz impredecible.
Ellas temen y gozan y rasguñan los pilares de agua bendita.
Cuando comienza a abrírseles una brecha de cielo,
gritan de un placer desconocido en sus lenguas paganas.
No dan tiempo a que se abran las flores:
se elevan con las manos muy abiertas,
flotan estremecidas, impúdicas.
Comienzan a ponerse la piel de una eternidad salvaje y rigurosa.
20-
En la ferocidad de las músicas, todos participan:
cristales rotos,
relojerías infinitas,
cajas musicales,
niños agitando las cadenas
que los sostienen, intactos, a los pechos de sus madres,
breves ebulliciones de los caldos hirviendo,
partos con melopeyas de nacimiento,
sandías rajándose como corazones,
el ruido terso y sedoso de un himen,
las azadas,
los insectos sobre sí, y sobre las mazorcas,
fantasmas acuñados en las casas viejas,
monedas, timbres, ventanas.
21-
Soy un hospital blanco, y a veces, una alberca,
donde van a recalar los nombres de los hombres que mueren.
Amé a dos o tres de ellos.
Los amé por los cabellos,
por las hendiduras atónitas de sus ombligos
(por donde vuelven algún día a la mujer primera)
los amé por los ojos que serán habitaciones de gusanos,
los amé de a partes, fragmentándolos,
de a pedazos, como se come,
porque no me cabían en la boca.
Los amé con respiración de venganza y de locura,
quise escalarlos, manosearlos, prenderles fuego,
pero la noche es la noche, siempre es la noche,
y un día llega,
y los muere, a todos, a todos ellos,
y los muere inevitablemente,
aunque yo, en locuras de no-madre,
los vuelva al útero y los embellezca de ojos nuevos y lúcidos.
22-
En los campos arados, los monstruos capitales siembran.
Les brota arroz, y unas sementeras largas y emplumadas,
que se elevan confundiéndose,
adhiriéndose en hermandades dulces y desalineadas,
a los tobillos de los paseantes.
Entonces van los monstruos capitales y les arrancan la piel a las uvas,
y les hacen cosquillas en las raíces, con los dedos,
para que ofrezcan jugos serenísimos,
de esos que se cristalizan en el corazón,
y se evaporan, luego,
cuando se abren los dientes para besar.
23-
Algunas niñas van a la escuela con trenzas de agua y mazapán.
Son gráciles como un Paraíso en construcción,
y se doran al sol como pequeños lagartos dorados.
Desde las ventanas, en las siestas de coser y bordar,
se descuelgan como enredaderas.
Desde atrás de los árboles, los diablos infantes, esperan:
ellas van hasta ellos, les peinan las alas,
les tocan, riendo, el nacimiento de las pezuñas,
y se dejan atrapar y morder en las espaldas.
Cuando cesan las tardes, y encuentran sus reflejos sudorosos y casi inmorales,
vuelven a sus hábitos, esconden las mordidas con vestidos vaporosos,
estudian las tablas del uno al diez,
y lanzan a sus madres miradas de candor y virginidades tranquilas.
24-
En ocasiones, nos acontece el silencio.
Amanecemos con las bocas cosidas,
y nos acomete una turbia desesperanza de animal,
un inesperado miedo a la muerte sin gritos.
25-
De las partes celestiales, se puede decir esto:
el amor es un trastorno, un atrevimiento
y cuando amo, digo que me gustan los ángeles redondos con culos de pera,
tensos, contra la luz y el aire, como una bola de estambre,
preguntando cuándo mutará nuevamente, la zona,
y barrerá con ellos,
hacia lugares salvajes,
y se llevará sus iridiscencias,
sus castidades,
la grácil forma de mirar,
ese perfume a desamparo que suelen dejar en los rincones.
26-
Los hombres traen sus circos,
los clavan en la tierra negra,
piden agua, piden carbón, piden pan para sus bocas desdentadas,
piden talco para las manos de los trapecistas,
(los animales se devoran, uno a uno, con placer,
en las jaulas)
piden a gritos que se los escuche, que se los mire con detenimiento y ardor,
(el oso abre la jaula,
el león abre la jaula,
nadie los ve ni los presiente)
piden que se eleven oraciones a una virgen insulsa y desgreñada,
piden que estallen las calles de algodones de azúcar
y niñeces encendidas y asombradas
(el oso tranquiliza sus hambres en la carne dulce de un hombre,
el león espera tras la cortina que una mujer rosa termine de bañarse)
los cirqueros agitan sus collares, sus sogas, sus carros y campanas,
mudan de colores, de idioma, de borracheras tristes.
Cuando se van del Pueblo, un enmudecimiento insólito.
Y dos o tres ausencias inexplicables.
Y la basura de los días brillando al sol.
Y una felicidad que nos rodeaba, se derrumba desde abajo,
prodigiosamente, desde una raíz,
que no sabíamos que existiera.

viernes, noviembre 24, 2006

Las preguntas del mal clima.



1- ¿Porqué nadie enseña que la única defensa de las criaturas más hermosas, es su transparencia e invisibilidad?
2- ¿Dónde habrán quedado los juguetes que perdimos? ¿Podría hacer una lista minuciosa?
3- Si la cantidad de agujeros de un zapato muy usado, es directamente proporcional al amor que se le tiene, ¿porqué huimos de las personas un poco rotas de tristeza?
4- ¿Cambiaría su oficio por el de trapecista? ¿Acaso el vértigo no es una cuestión de perspectivas?
5- ¿Quién inventó la palabra locura para condenar los actos más nobles y humanos de nuestra especie?
6- ¿Recuerda si alguna vez sufrió mareos al mirar los ojos de alguien? ¿No es verdad que tenían algo de muerte o de abismo?
7- ¿Llora, ud., en los colectivos, cuando apagan las luces, y puede recostar la cabeza en los vidrios? ¿No le parece que toda oscuridad es, en el fondo, una madre?
8- Si tuviera que hablarle a un chino o a un ruso de la ausencia, ¿qué señalaría?
9- ¿Recuerda su primer recuerdo, o recuerda sólo lo que ha imaginado que debería ser?
10- ¿Hubo en su escuela algún niño lleno de mocos que comiera plasticola y crayones? ¿Cómo se llamaba?
11- ¿Piensa a menudo en la infinita cantidad de caminos que no va a recorrer nunca? ¿Le duele eso, o cree que no tendría sentido habitar un mundo sin misterios?
12- ¿Huele los libros viejos y amarillos? ¿Le recuerdan a violines, a caramelos, o a pájaros?
13- ¿No se le ocurre que Whitman tenía razón al decir que un ratón es un milagro suficiente para convertir a seis trillones de infieles?
14- ¿Sabe que el mundo, y la tierra, y el cosmos han trabajado miles de millones de años, sólo para que ud. naciera? ¿Sabe que es el resultado de una infinita cadena de amor, fricción, uniones?
15- ¿A qué cosas renunciaría?
16- ¿Sueña algunas veces con tigres o escaleras? ¿Con puentes, con sangre, con caballos?

jueves, noviembre 16, 2006

Fragmento de 'El amante de la China del Norte'-Marguerite Duras.


Muchos años después de la guerra, el hambre, los muertos, los campos, los matrimonios, las separaciones, los divorcios, los libros, la política, el comunismo, él había llamado. Soy yo. Por la voz, ella lo había reconocido. Soy yo. Sólo quería oír su voz. Ella había dicho: Buenos días. El tenía miedo como antes, de todo. Su voz había temblado, es entonces cuando ella reconoció el acento de la China del Norte.
El había dicho algo sobre el hermano pequeño que ella no sabía: que nunca habían encontrado su cuerpo, que había quedado sin sepultura. Ella no había contestado. El había preguntado si ella estaba todavía allí, ella había dicho que sí, que esperaba a que él hablara. El había dicho que había abandonado Sadec por los estudios de sus hijos, pero que volvería más tarde porque era sólo allí donde tenía ganas de volver.
Es ella quien había preguntado por Thanh, qué se había hecho de él. El había dicho que nunca había tenido noticias de Thanh. Ella había preguntado: ¿nunca ninguna? El había dicho, nunca. Ella había preguntado qué pensaba él de eso. El había dicho que, según él, Thanh había querido reencontrar a su familia en la selva del Siam y que había debido de perderse y morir allá, en aquella selva.
El había dicho que para él, era curioso hasta qué punto, su historia había quedado como era antes, que todavía la quería, que nunca podría en toda su vida dejar de quererla. Que la querría hasta la muerte.
El había oído su llanto al teléfono.
Y luego desde más lejos, desde su habitación sin duda, ella no había colgado, él había seguido escuchándolo. Y luego había intentado oír más. Ella ya no estaba allí. Se había vuelto invisible, inalcanzable. Y él había llorado. Muy fuerte. Con la más fuerte de sus fuerzas.

viernes, noviembre 10, 2006

Poema número 10 para bebé Genaro

de cuál lluvia, nos lloveremos ahora,
de cuál tigre nos mancharemos,
nos desgarraremos,
nos africaremos,
de cuál soledad nos volveremos prójimos
próximos, cercanos,
de cuál noche nos desapareceremos,
nos oscureceremos por dentro,
nos cercaremos,
nos llenaremos de gatos,
de cuál mujer nos naceremos
de cuál vuelo nos romperemos el hueso del ala,
de cuál Ícaro perderemos la fe en el vuelo
de cuál Stradivarius nos violinizaremos
de cuál París nos entristeceremos ahora
cariño mío
palabra
hermoso factum acontecido a dos pulgadas de mi mano
animalito, semillita de sésamo,
luminoso, arcillita moldeada,
de qué amor nos moriremos
de qué sed nos agarraremos ahora a la hora del aljibe
cuando salgas a beberte las estrellas
y se te caigan
y te caigas
y te bebas hasta la miel más oscura de las tortugas de agua
hasta sus médulas inimaginables
hasta su encantada boca,
hasta sus no-dientes
decime, carocito de durazno, archipiélago,
de qué ruta nos perderemos
de qué sandía saldrá el rojo crujido de dientes
que anticipe nuestros propios ruidos al morirnos
de qué nido nos dormiremos
de qué fábrica de carbón ennegreceremos hasta ser
hasta no ser
hasta ser a veces una mancha,
una llamarada,
una llamita,
¿eh, mi colchita?
abrí la boca de turpial,
de mes de setiembre a la hora de la siesta
abrila y decime las verdades con que cuento,
reyecito, cariño, príncipe sapo,
hormiguita de mi hogar,
lloveme que rompí la casa de mi cordura para eso,
lloveme, ternura,
que ando quitándole ladrillos al tejado,
lloveme, mirame, hermosa psicodelia de Dios,
de dónde ángeles me llegan tus ojos
de cuál serenidad,
de dónde, florcita de zapallo,
me sale todo esto
de vos de vos bebé
zapatito de charol,
muñeco, alambrito de cobre,
terrón de azúcar,
niño.

martes, noviembre 07, 2006

Cuestiones de poder -Improvisación n° 2-



i.
El silencio es un caballo. Ese caballo. El negro.
Corre alrededor nuestro.
No soy su centro, su eje, su picota, su axis mundi.
Soy lo que soy:
una mujer con un miedo terrible
a verle los ojos,
a dejarme golpear la frente,
a asumir la violencia de toda esa sedosidad junta.

ii.
Una mujer. Eso es bastante poco.
Bastante precario. Como cuando se quema azúcar
para evitar la pestilencia del muerto.

Así la mujer: pasa, con su aroma
de azúcar,
con su muy poco de origami,
con su a veces de sangre,
y deja un rastro, una huella,
la marca de una mano mojada en la mesa.

A veces ni eso.
Y se esfuma.
Eso es lo suyo.

iii
¿Y qué habrá de mí si no quiero?
¿Qué, si decido ponerme los ojos de mi padre,
usar como un traje sus pantalones, su sexo, su tos,
su látigo, sus costumbres de perro?

¿Ardería?
¿Encendería mi superficie poderosa
hasta encontrarme yo debajo?
¿Mataría al disfraz, al payaso,
al delincuente?
¿Me acomodaría otra vez al silencio?
¿De verdad?


domingo, noviembre 05, 2006

Resistencia (improvisación de Domingo)



Hace mucho, todo era más simple:
conocíamos el árbol final donde anudar nuestra horca,
nuestro cuello cabía perfectamente,
el lazo era, por decirlo así,
de una suavidad extrema,
casi una joya,
y lo demás,
que se ordenaba en la última mirada
era simple, como deben serlo las cosas finales.

Resumiendo: estaba todo dicho,
todo predispuesto para el salto.

Pero entonces, acontece un día de duda,
llega con el vino
con la mansedumbre de la lluvia,
con los discos de Vinicius
y el claro pozo de certidumbres,
se vuelve confuso,
y miramos al patio, a la horca en el árbol,
y el tiempo pasa,
y las sogas se pudren a causa de la humedad
de los hongos, o los hermosos gatos negros
que van a rasguñarla,
y nos dejamos vivir,
nos perdonamos
(no sé porqué)
otro día más.

viernes, noviembre 03, 2006

Altazor- Prefacio- Vicente Huidobro.


Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental.
Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer.
Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.
Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós» con su pañuelo soberbio.
Hacia las dos aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.
Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.
Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.
Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso, como un ombligo. «Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.»Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.
»Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo y reconstituido, pero indiscutible.
»Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano. »Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).
»Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas y los dientes de la boca, para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.
»Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.»
Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.
Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:
«Los verdaderos poemas son incendios.
La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.
»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
»Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.
»Un poema es una cosa que será.
»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.
»Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.»
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a la atmósfera del último suspiro.
Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.
Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:
»Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas.¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?
»Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.
»Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.
»Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.
»Digo siempre adiós, y me quedo.
»Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.
»Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.
»Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
»Ámame.»
Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas. Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.
Y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.
Ah, qué hermoso..., qué hermoso.
Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles.
Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.
Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.
La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada. Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.
Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos. Aquél que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.
Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.
Él, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.
Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.
Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.
Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.
El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.
Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.
Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.
Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.
Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.
La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra. Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.
Ah mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera.
Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.
Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.
Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.
Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.
¿Qué esperas?
Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.
Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.

lunes, octubre 16, 2006

Los cuervos


Que se acerquen los cuervos,
que te besen en lo dulce
que hagan con vos lo que quieran
que te maten,
que te profanen el sexo,
que te iglesien,
que forniquen en tus ruinas,
en el mantel con tus migas,
en tu copa de cristal con la mandrágora,
que te dragonen el bosque del pensamiento,
que ausculten tus tiernas amígdalas de ciervo,
que te rastreen por la sangre la primera hostia,
que te coman, amor mío, los ojos,
que te taconeen la lluvia, la tristeza,
que te cercenen el rasgado terciopelo de tu lengua,
que abran y cierren sus garras sobre tu pecho,
que duerman sobre tu corazón
como sobre un colchón de hojas podridas
como sobre un nido en Huangshan,
que se beban el espeso líquido de la sangre,
que amasen el calidoscopio de tu iris
que procedan con gracia, con ira, con ciencia,
que destruyan tu casa, que la quemen,
que infecten tu cama, tus cortinas,
el sagrario con la foto de tu madre,
que corrompan a tus ángeles,
que les muerdan el comienzo de las alas,
las vértebras perfumadas,
el caramelo torpe de sus bocas,
que les quiebren los dedos,
que te ateícen,
que envenenen tus corderos,
tu pan de comer, tu jarro del agua,
que te nieguen,
que te invisibilicen,
que te fantasmen,
que te pierdan.

lunes, octubre 09, 2006

Poema rescatado de la papelera.


El mundo es grande y estamos solos.

Aún cuando es infancia
y ardemos
encontramos, de pronto,
un gusto amargo en la leche:
sangre, quizá, del pezón mordido.

No entendemos qué es
hasta que alguien, por primera vez,
lo nombra,
y hemos cruzado el alambrado
hasta una cierta casa de silencio.

Allí, unos contra otros,
encontramos nuestros muertos,
apilados, los ojos secos,
el sexo mustio entre la maleza y las flores.

Tienen un gesto maduro en la boca,
un gesto de carne y máscara,
donde se pudren las frutas y las palabras,
donde todo lo que es triste, empieza.

lunes, octubre 02, 2006

Libro de seres imaginarios de la América Hispánica y Precolombina.

El escritor riocuartense Jorge Esteban Giacomelli me ha cedido, generosamente, parte de su obra en preparación ‘Libro de los seres imaginarios de la América Hispánica y Precolombina’, cuyo universo imaginativo se mueve alrededor o en la periferia de las crónicas de indias pertenecientes a Centenera, retratando una fauna extraña que se aviene perfectamente a la imagen de una América exuberante y aún desconocida.
Jorge, gracias.

*******
ALGUNOS SERES DESCRIPTOS POR MARTÍN DEL BARCO CENTENERA

En el canto tercero del vasto poema épico histórico conocido como “La Argentina”, que, pretendiendo ser una crónica particular de Indias, se supone fue escrito parte en Asunción o en algún punto del Paraguay y tal vez terminado en el Perú entre los años 1576 y 1599, pues no hay documentos que lo prueben con excepción de una carta sin fecha ni firma existente en el Archivo de Indias atribuida al arcediano Martín del Barco Centenera, quien dice en dicho documento tener escrita una relación del Río de la Plata y del Perú, podemos comprobar, además de los excesos de la imaginación que acompañaron siempre a los primeros cronistas de Indias, la existencia de una fauna inverosímil, pero quién sabe si acaso no real, que suma al encanto de las nuevas tierras del poniente el agregado valor de un pasado mítico y relativamente reciente.
No es mucho lo que se sabe de Martín del Barco Centenera, sólo podemos constatar su existencia sobre la
base de los escasos documentos que evidencian su alistamiento en la expedición de Juan Ortiz de Zárate que llegó a Asunción el día 8 de febrero de 1575, expedición ésta que sufriera todo tipo de privaciones y penalidades apenas hecha a la mar un día muy difícil de precisar dentro del año mil y quinientos y setenta y dos, año en que Juan Ortiz de Zárate zarpara de Sanlúcar de Barrameda.
Es muy poco, también, lo que se sabe acerca las circunstancias que rodearon la muerte del arcediano. Asumo que la muerte debe haberlo encontrado en un estado lastimoso y casi demente y totalmente abatido por los avatares de su frustrada carrera eclesiástica que lo relegó siempre a cargos de jerarquía secundaria en América, en donde se le acusó mediante proceso de haberse excedido en su autoridad de comisario de la inquisición en perjuicio de indios y blancos pobres. También se asevera sobre él el hecho casi imposible de verificar— por el simple transcurrir de los años— de haber llevado una vida licenciosa y de tener amores con mujer casada (este proceso se encuentra en el Archivo de Simancas, y en el mismo se resuelve condenarlo al pago de una
pecuniaria de doscientos cincuenta pesos. Este hecho ha sido extensamente comentado por Toribio Medina en su obra “La Inquisición en el Río de la Plata”.).
En la obra que nos interesa, el arcediano sobreabunda en la descripción de batallas, hambrunas, heroicidades, lamentaciones y regocijos de los peninsulares, hechos éstos que bien podrían ser tan irreales como la fauna insólita que con tanto detalle y poca gracia describe en los versos del canto tercero. Con respecto a esta última podríamos hacer algunas aseveraciones interesantes: que el carbunclo, por ejemplo, no puede ser otra cosa sino el deseo de documentar la sed de riquezas que acompañó a toda aventura de los españoles en América; curiyú, la serpiente, probablemente sea la exageración renacentista de una anaconda, mientras que la sirena de Itapuá debe ser considerada como el relato de un religioso senil carcomido por la sífilis, el hambre, la pobreza y el olvido.
EL MICUREN



Es un animal de pequeña hechura. Habita entre las ramas más altas de los frondosos árboles de la selva tupida. Tiene un hocico como de rata de peste negra y unos ojos vivos y pensantes cual si se tratara de un imperfecto mono de la tierra descripta por los portugueses. Es el micuren, a pesar de su media onza, un animal bravo y de pelea acérrima. La hembra de esta bestia fue dotada de una bolsa en medio de los pechos. Allí, ella es capaz de cobijar hasta ocho hijuelos de los que no se desprende ni siquiera cuando da combate a los jaguares. Pero en viéndose libre de duelos y de males, ábresele la bolsa dejando ir a sus cachorros que en mucho se parecen a las crías prematuras de los conejos de Europa.

YURUMÍ, EL OSO HORMIGUERO DE INDIAS

Es de oso en todo su natura aspecto, salvo sus extrañas fauces, puesto que por boca tiene un muy chico agujero. A pesar de su corpulencia de novillo grande y de sus ojos de venado enfermo no es éste un animal carnicero. Es, pues, la angostura de su hocico lo que le priva de serlo. A pesar de todo Yurumí es asesino de tigres, grandes o grandísimos. En viéndolo venir abraza mortalmente a éste con sus dagas de cimitarra mora. El tigre da su último y mortal rugido. Luego cae arrastrado al suelo. El peso de yurumí échale por tierra. Luego de tan grande y mortal abrazo el tigre desmaya y de hambre muere.

EYRA

“El instinto de un vil animalejo, eyra ha por nombre, me ha admirado; (...)”[1].
Es de suerte y forma de un conejo. Más su pequeñez no impide la feroz actuación de sus carniceras pulsiones. Puede matar mulos de Lima, cerdos grandes, cimarrones o comarcanos, bueyes o venados. Domina la técnica del salto y préndese a toda cogotera. Se aferra firme en el pellejo y en el sesero da fiero bocado. Hay veces en que hace tal camino con sus uñas que es capaz de arrancar los intestinos de sus presas.
[1] Martín del Barco Centenera, op. Cit., canto tercero

CURIYÚ, LA SERPIENTE DE CENTENERA

“Es nombrada curiyú; muy grande y espantosa, de largo, y de grosor descompasada. (...)[1]”. Puede verse entre las tierras de los chiriguanos y de los tupí guaraníes y cuenta Centenera que tiene doce varas de largo y que es de gruesa tan grande que dentro de ella de seguro cabría un buey. Lleva en la cola una navaja de hueso y con ella abre por el sesero a los animales que coge, por fuertes que sean, y se los traga chupándolos enteros. Lo que ha comido y traga lo engulle y no lo bosa ni echa por abajo; sino que por instinto natural va a lugares húmedos, échase de barriga y, pudriéndose su cuero, se abre echando aquello que en nada le aprovecha como las osamentas y las porquerías que ha tragado. Y así, descargada y sangrante, va a restregarse entre unas yerbas donde procura cerrar sus heridas y sanar. Esta operación suele llevarle hasta veinte días, y sólo quien así la encuentre puede matarla.
Pedro Orellana, Alonso de Almería, Hernando de Zárate, caballero de Santiago, y Rodrigo de Valdivia, quienes han visto sus nidos y examinado sus excrecencias, afirman que se ha tragado artes enteras, vendaos grandes, prelados, arcabuceros, caballos, caballeros, doncellas indias y pequeños navíos con sus jarcias, velas y hombres de marear.
[1] Martín del Barco Centenera, La Argentina, Canto tercero.

LOS COME PAGANOS DEL PARAGUAY

Martín del Barco Centenera describe con una minuciosidad digna de un naturalista de nuestro tiempo las diversas naciones que habitaban la inmensidad de la selva paraguaya, pero se detiene, tal vez guiado por sus escrúpulos de cristiano temeroso de Dios, en las costumbres de la nación Chiriguana. Los describe como seres sub humanos y de rasgos difíciles de reconocer entre gente cristiana. Tal vez Centenera haya llegado a esta conclusión luego de ver sus badajos desnudos y puerilmente expuestos, cosa que no es de extrañar pueda haber provocado un hondo malestar en cualquier espíritu renacentista. Al referirse a los Chiriguanos, Centenera afirma que por la época de sus expediciones ya hacía mucho tiempo que éstos habían dejado atrás esta práctica de comerse vivos a sus prógimos, aunque no desmiente la posibilidad de que esporádicamente sucumban a la tentación de la carne humana. Pero sólo carne de paganos, pues, aparentemente a estas gentes desgraciadas se les ha revelado la palabra de Dios Uno y Trino de una manera tan fuerte que temen repetir el original pecado de cometer la herejía de masticar crudo el cuerpo de Cristo, que, dicen, ha venido a estos páramos vistiendo armadura de guerrero de Castilla, a lomos de extraño animal y empuñando una cruz que corta de tan sólo rozarla con los dedos de la mano. Hablando con ellos, Centenera cuenta que la Divina Revelación vínoles un día en que habiendo sucedido una gran comilona de españoles enfermaron en grado tal que muchos de ellos perecieron. También le dieron a entender por señas que la carne pagana es menos desabrida.

LA SIRENA DE ITAPUÁ

No da cuenta el arcediano si el nombre Itapuá designa a una piedra enorme, a una laguna o, simplemente, a una sirena; pues a veces parece confundir a lo largo del fragmento atributos minerales, acuíferos o animales. La redacción de ese verso en particular es bastante confusa y es posible que Itapuá sólo haya existido en la imaginación renacentista de Centenera o, quizás, esos versos tan indescifrables constituyan una prueba irrefutable de que el arcediano haya padecido al final de su vida una leve locura senil. Centenera describe a veces a Itapuá como a una peña viva muy derecha y como de cien codos verticales enclavada en medio de una laguna, aunque esta descripción no parece guardar ninguna ilación con el relato subsiguiente; pues Centenera, sin guardar el menor respeto por las prelaciones e ilaciones propias de los relatos o de las crónicas, describe sobre aquel peñasco los restos de un nido enorme hecho de olorosa madera que alguna vez ha sido la morada de una bella y hermosa sirena que, aún habiendo perecido ahogada en medio de la laguna, aparentemente continúa gimiendo y esparciendo sus dorados cabellos sobre las tranquilas aguas de su muerte.

EL CARBUNCLO

Llámase a este animal en guaraní, lengua de los comarcanos de estas Indias, Oñángue-pita: o diablo, porque reluce como fuego. Es un animalejo algo pequeño. Como característica particular, que lo distingue de cuanta cosa de natura hay por verse en este mundo, es su extraño espejo reluciente como braza que lleva en la frente. Este espejo parece arderle. El espejo puede cambiar de brillo o enturbiarse según el temperamento feroz o moribundo de tan extraña criatura. Reluce como el sol cuando caza, y eso lo vuelve visible en la espesura; pero es difícil de atrapar, pues como buen diablo corre como el viento. Se enturbia si le hieren, cosa que no sucede a menudo. Este espejo constituye así mismo la ruina del carbunclo, pues vale su brillo en oro. Se dice que llegaron a Cádiz dos cargamentos de espejuelos de carbunclo escondidos en el lastre del Santa Marta de Compostura. Esta aseveración es dudosa, pues son pocas las referencias históricas acerca de su captura. Sólo consta el testimonio oral de un tal Anagpitán, quien dijo haber atrapado uno vivo. Menos creíble es la versión de Rui Díaz Melgranejo quien cuenta haber dado muerte a uno con una simple hacha de desmontar sólo para lamentarse de su suerte luego de arrojar su presa al río Paraguay. Aseveraba Melgranejo que una vez que le fuera quitado el espejo, éste enturbióse tanto que perdió su brillo y, por ende, su valor.

Nota: Las imágenes que ilustran los textos pertenecen a Alessandro Bavari.

miércoles, septiembre 27, 2006

La inacabable fe.

Arcadio murió a los 85 años. Y no es un nombre irreal, no. Y no es un personaje inventado. Tampoco. Vivía a unas diez cuadras de mi casa, en la misma casa que compró cuando se casó, y que se fue ampliando conforme le nacían los hijos, los nietos, las otras ramas de las que no recordaba el nombre, ni la filiación.
En las tardes de verano, al frente de una hilera de moras, se sentaba a matear, en medio de una nube de moscas y tierra, en medio de los pensamientos recurrentes que un viejo debe tener. Su lugar era una esquina de la periferia de un pueblo como éste, perdido en el interior del interior, digamos, en la nada misma, alrededor de la cual gira el mundo de los posibles.
Apenas veía, en medio del calor y la polvareda, que alguien pasaba caminando, le ofrecía un mate, un cigarrillo, una anécdota, de esas inútiles y deformadas, por lo repetidas, o por cierto hábito travieso del narrador, que va agregando detalles y peripecias, conforme la memoria va despojando al hecho de lo accesorio, y la sublimación consigue héroes o mártires, allí donde residía el hombre común. Cuando yo lo conocí, le faltaba poco para morirse, pero yo no lo sabía, y él tampoco. Aún así, por lo viejo y por sus movimientos de pájaro flaco caído en desgracia, ya pensábamos en él como se piensa en las cosas o en las personas ausentes, con el gesto de la tristeza, con un poco de resignación, con otro poco de dulzura. Él construía una bicicleta de tres ruedas, que desarmaba y volvía a armar, porque no le encontraba el defecto, o porque quizás, el defecto no existía, o tal vez, porque veía en el fin del trabajo algo irremediable que lo atraía como un abismo. Cuando le preguntábamos para qué era la bicicleta, Arcadio nos miraba muy sorprendido, como si por primera vez hubiera tenido tiempo para esos cuestionamientos inútiles y contestaba:
-Para cuando sea viejo.

viernes, septiembre 22, 2006

Así de fácil.


¿Y si algo, de pronto, se disparara en mí?
Una semilla de muerte, un tigre,
un auto azul con velocidad de mordisco,
algo, con gusto a mutilación, a sangre,
un poco de veneno.

Sería posible. O sería verdadero,
que atrás de mis ojos no quedara nada,
que la aparatosa Babel con que pretendo asirte,
se perdiera,
y con ella,
vos.

miércoles, septiembre 20, 2006

domingo, septiembre 17, 2006

La memoria oscura.


Lo posteado a continuación es un extracto fiel de la página El ortiba. Estuve tentada de publicar sólo el link, pero bien vale tener a mano esta información, que aporta datos bastante rigurosos sobre la tristemente célebre ‘Noche de los lápices’.


Se conoce como Noche de los lápices a la
desaparición y tortura, acaecida el 16 de septiembre de 1976 durante la dictadura conocida como Proceso de Reorganización Nacional en Argentina, de siete jóvenes estudiantes de entre 16 y 18 años, en su mayoría militantes o ex-militantes de la Unión Estudiantil Secundaria (UES), que demandaban en la ciudad de La Plata el Boleto Escolar Secundario (BES), que había sido suprimido por el gobierno militar. El testimonio de Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes, ha sido fundamental para la reconstrucción y denuncia de estos hechos. [Fuente: Wikipedia]

A pesar de La Noche de los Lápices, hoy los lápices siguen escribiendo
El 16 de septiembre de 1976, 10 estudiantes secundarios de la Escuela Normal Nro 3 de la Plata, son secuestrados tras participar en una campaña por el boleto estudiantil. Todos tenían entre 14 y 17 años. El operativo fue realizado por el Batallón 601 del servicio de Inteligencia del ejercito y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en ese entonces por el general Ramón Camps, que califico al suceso como "accionar subversivo en las Escuelas". Este hecho es recordado como "La noche de los lápices".
Este articulo es para las nuevas generaciones que poco y nada conocen de lo que sucedió hace 29 años en nuestro país, y que consideramos indispensable para recuperar nuestra capacidad de lucha y organización en estos duros momentos que nos toca vivir bajo el neoliberalismo.
Los estudiantes secundarios y la política en 1973-1974.
El arribo de la democracia en el mes de mayo de 1973, luego de un proceso creciente de enfrentamientos contra la dictadura militar que gobernaba desde junio de 1966, trajo consigo la irrupción en la vida política y social de los distintos sectores populares que habían experimentado un crecimiento sustancial durante las luchas; entre ellos, los estudiantes secundarios.
En el movimiento estudiantil secundario se vivieron experiencias hasta ese momentos inéditas en lo referente a participación política, en tanto ésta es atendida en un sentido partidario más o menos directo.
El diario La Opinión editó en 1973 un suplemento dedicado al análisis de los fenómenos políticos entre los adolescentes. En dicho suplemento se publicaron los resultados de una encuesta que realizó el periódico entre 252 estudiantes. Se comprobó que el 30.3% de los jóvenes encuestados tenía participación política de algún tipo.
La política había impregnado el conjunto de la vida estudiantil, dentro y fuera de los colegios. Las organizaciones políticas vieron incrementado notoriamente el número de sus militantes y el grado de su influencia. Según el suplemento citado, "las tres fuerzas más importantes son, en este orden, la Unión de Estudiantes Secundarios, (UES), la Federación Juvenil Comunista (FJC) y la Juventud Secundaria Peronista (JSP)"
La encuesta de La Opinión revelaba también que en 1973 los estudiantes secundarios se inclinaban ante figuras emblemáticas de la izquierda, con la salvedad de Perón, quién, sin embargo, asumía para una porción amplia de los estudiantes, contornos casi revolucionarios, pese a todo, quien encabeza la encuesta era el CHE Guevara, con el 67%, a continuación venían J. D. Perón con 66% y a mayor distancia, Salvador Allende 19%; Fidel Castro con 19%; Eva Duarte 17 %; Mao Tsé-tung 16%.
En esta encuesta queda por demás claro, que para aquélla generación de estudiantes secundarios, los referentes revolucionarios y socialistas eran los que más ocupaban en la conciencia estudiantil.
En aquellos años se había alcanzado un nivel de conciencia, acción y participación bastante elevados con lo cual el nivel de cuestionamiento al sistema capitalista era de por demás peligroso para la Burguesía y los sectores reaccionarios de nuestro país.
EL GOLPE DE 1976
En la historia de nuestro país, como en el resto de América latina, los golpes de Estado siempre estuvieron al servicio de la clase dominante, y del Imperialismo. Pero el Golpe de Estado de 1976 se podría caracterizar no tan solamente, como el más sangriento vivido en la historia de nuestro país, sino que también se lo puede caracterizar como el más pro-imperialista, ya que el estado político-económico que dejo la dictadura a nuestro país le sirvió al Imperialismo para garantizar su hegemonía en la región durante varios años.
LOS OBJETIVOS DEL PROCESO
Uno de los objetivos más tenazmente buscado por la dictadura militar que gobernó entre 1976 y 1983, fue neutralizar a buena parte de la juventud y ganar a una porción para su propio proyecto reaccionario.
Para los que no encajaban en sus esquemas, se aplicaban distintos métodos "preventivos", desde el asesinato y la desaparición, hasta la más refinadas formas de marginamiento social y psicológico, pasando, claro esta, por la clásica y tradicional prisión.
Cuando asumieron, en 1976, los militares consideraban que en la Argentina había una generación perdida: la juventud. Esta, por la sofisticada acción de "ideólogos" se había vuelto rebelde y contestataria.
Si bien el gobierno militar toma en cuenta la situación en la que se encontraba la juventud argentina, no fue tan obstinado como para suponer que se debía atacara toda la juventud por igual. La política hacia los jóvenes parte de considerar que los que habían pasado por la experiencia del Cordobazo y demás luchas previas a 1973, los que habían vivido con algún grado de participación del proceso de los años 1973,74 y 75, los estudiantes universitarios y los jóvenes obreros, eran en su mayoría irrecuperables y en consecuencia había que combatirlos. Para ello utilizaron un pretexto tan obvio como falaz, se trataba de subversivos reales o potenciales que ponían en riesgo al conjunto del cuerpo social. El ser joven pasa a ser un peligro.
Al mismo tiempo, y pensando en el largo plazo, se empieza a desarrollar una estrategia que va más allá de la eliminación del "enemigo". Se empieza a poner la mira sobre el relevo. Ahí están los estudiantes secundarios. Al momento del golpe tienen entre 13 y 18 años más de un millón de jóvenes.
EL TERROR EN LAS AULAS
Uno de los aspectos más dramáticos de la represión vivida en aquellos años, fue el secuestro de adolescentes. Llegaron a 250 los desaparecidos que tenían entre 13 y 18 años, claro que no todos estudiaban. Muchos se habían visto obligados a abandonar la escuela para incorporarse al mundo del trabajo.
Pero de los procedimientos utilizados, surge claramente que no se trataba de hechos aislados, sino de una investigación permenorizada de distintas escuelas. En una entrevista concedida a un grupo de padres, un Coronel de Campo de Mayo les expresó que se llevaban a los jóvenes que habían estudiado en "colegios subversivos para cambiarles las ideas".
El 16 de septiembre de 1976, 10 estudiantes secundarios de la Escuela Normal Nro 3 de la Plata, son secuestrados tras participar en una campaña por el boleto estudiantil. Todos tenían entre 14 y 17 años. El operativo fue realizado por el Batallón 601 del servicio de Inteligencia del ejercito y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en ese entonces por el general Ramón Camps, que califico al suceso como "accionar subversivo en las Escuelas". Este hecho es recordado como "La noche de los lápices".
Solo tres de ellos aparecieron un tiempo después. Pablo Díaz, uno de los liberados, declaró en el juicio a las ex juntas: yo pertenecía a la Coordinadora de Estudiantes Secundarios de la Plata y con los chicos del Colegio fuimos a presentar una nota al ministerio de Obras Públicas".
Levantaron chicos en algunos colegios que ellos tenían marcados y enemigo era todo aquel estudiante que se preocupara por los problemas sociales, por fomentar entre los estudiantes la participación y la defensa de los derechos de los mismos.
Hoy, Los lápices siguen escribiendo.
Hoy los estudiantes secundarios, están de a poco recuperando aquella tradición de lucha y defensa, por los derechos a una educación al servicio del pueblo y con mayor presupuesto.
Hoy, los secundarios sector dinámico de nuestra sociedad tienen un doble desafío, que es la de reconstruir la memoria de lucha de nuestro pueblo y la de reorganizarse para enfrentar este calamitoso estado de nuestra educación, ya que ellos son los más perjudicados.
Quienes fueron los chicos asesinados
Una a una, las víctimas
La siguiente es la nómina de los chicos muertos. Los dos más grandes tenían 18 años.
DANIEL ALBERTO RACERO“Calibre”, 18 años.
Hijo de un suboficial naval peronista que murió en el 73, trabajó desde pibe como mensajero. Cuando ingresó a la UES del Normal 3 de La Plata, escribió: “Encontré una trinchera para luchar por una causa justa”. Realizó labores de vacunación, recuperación de viviendas y apoyo escolar en barrios pobres y participó de la conquista del BES. Secuestrado en la casa de Horacio Ungaro el 16.09.76 en Arana y Pozo de Banfield.
MARIA CLAUDIA FALCONE16 años
Hija de un ex intendente peronista de La Plata, se sumó a la UES a poco de ingresar a Bellas Artes. Después del 73 participó en tareas de apoyo escolar y de sanidad en barrios pobres de La Plata. En el 75 participó activamente en la campaña por el boleto estudiantil secundario (BES). Secuestrada 16.09.76 en la casa de su abuela paterna, fue vista en Arana y Pozo de Banfield
MARIA CLARA CIOCCHINI18 años
Alumna de colegios católicos, participó del scoutismo parroquial y en la UES de Bahía Blanca. Debido a los crímenes de la Triple A y la CNU en esa ciudad, a fines del 75 se mudó a La Plata donde se inscribió en Bella Artes y se fue vivir a la casa de Claudia Falcone. Fueron secuestradas juntas el 16.09.76. Fue vista en Arana y Pozo de Banfield.
FRANCISO LOPEZ MUNTANER“Panchito”, 16 años.
Hijo de trabajador petrolero peronista preso durante el Plan Conintes que en el 73 se alineó con el sindicalismo ortodoxo, Panchito marchó contra la corriente familiar: era hincha de Gimnasia y militó en la UES de Bellas Artes. Junto a Claudia Falcone participó en trabajos voluntarios en barrios pobres y en la lucha por el BES en 1975. Secuestrado 16.09.76, fue visto en Arana y Pozo de Banfield.
CLAUDIO DE ACHA17 años.
Sus padres eran trabajadores con ideas de izquierda y tras el triunfo de Campora participó de la toma del Colegio Nacional por su democratización. Tímido y gran lector, se incorporó a la UES luego de la muerte de Perón. Como todos, participó en las manifestaciones por el BES. Secuestrado 16.09.76, fue visto en Arana y Pozo de Banfield.
HORACIO UNGARO17 años.
De familia comunista, en el 74 rompió la tradición familiar y se sumó a la UES del Normal N 3. Gran lector y excelente alumno, participó de la lucha de la Coordinadora por el BES. Realizaba tareas de apoyo escolar en la villa miseria ubicada detrás del hipódromo platense. Secuestrado 16.09.76, fue visto en Arana y Pozo de Banfield.
Información completa en: http://www.elortiba.org/lapices.html

viernes, septiembre 15, 2006

Lección sobre los juguetes.


Hay que saber ser muñeca, saber abrirse.
Darle el corazón a los monos, dárselo, simplemente,
porque en el juego, la felicidad acontece.

Ellos saben jugar.

Te agarran el corazón así, mirá, así,
medio tembleques, medio como en serio,
y lo escuchan:
el mecanismo es el de un reloj,
de un soldadito de plomo,
un tic tac asombroso, una joda.

El mono, que es niño, ríe.
Ríe con sus tontas encías,
dobla las falanges,
se tapa el rostro,
contiene erecciones.

Hasta ahí, todo hermoso.
Hasta que lo que parecía un reloj,
el juguete tonto,
estalla.
Nota: La imagen pertenece a Rarindra Prakarsa.

sábado, septiembre 09, 2006

Cuentontos I

Había una vez un señor ciego de un solo ojo que siempre caminaba en círculo.
Cuando yo lo conocí, había caminado gran parte del Infierno, y aspiraba al Paraíso.
Un Paraíso donde mujeres desnudas sirvieran vodka, y donde todo fuera derecho, derecho....

Había una vez un príncipe, que quería ser sapo. Sufría de amor por una sapita de la laguna vecina, una sapa cantora, de piel fría y largas ancas verdeclaras, que quería ser princesa, y ponerse joyas, hacer la venia al rey, recitar poesías en francés o en latín.

Había una vez, un gato. No era un gato con superpoderes. No tenía enormes y rasgados ojos rutilantes. No bebía la leche que la ama le dejaba, ni se limpiaba las vibrisas en señal de satisfacción. No arqueaba el lomo. No le gustaban las tapias. Lo curioso, era que aún así, era un gato.

Nota: La imagen pertenece a Jordi Rey Hens.

jueves, agosto 31, 2006

Aproximación a lo nocturno.



La noche es Nina Simone, cantando ‘House of the rising sun’
Es Terry Callier, acercándome la promiscuidad del exacto crepúsculo.
La noche es una cereza enorme y roja,
paseando por las maternales piernas
de las mujeres de los hospitales.
Es la inexplicable tristeza de no conocer Siam,
ni Harlem, ni el blues agrícola
que los negros cantaban entre sudor y pimientos enormes.
La noche es éste presentimiento de santidad
que adivino en el músculo flexible
y tibio de todos los animales.
Es mi primer grito en el mundo,
que fue motivado por la soledad o el espanto,
nunca por la felicidad de nacer.
La noche es el campo, y su inconfundible olor a animal roído por moscas,
fermentando hacia arriba su maíz y sus hogueras.
Son los mutilados, y la palabra mutilados,
que no alcanza a contener el horror de la carne.
La noche es conducir por algunos asentamientos patagónicos
y ver a las putas florecer en las estaciones de servicio,
y haber querido dormir con ellas para hacerles recordar la caricia.
Es el hondo e inservible Porchia que dijo:
‘Éramos el mar y yo. Y el mar estaba solo,
y solo yo. Alguno de los dos faltaba’
La noche es mi padre y el odio de mi padre que me recorre las venas,
como por alcantarillas demasiado acostumbradas.
Es la máquina, la modernidad del plástico,
las antenas que provocan el cáncer de seno,
el sucedáneo de la televisión y su espectacular embrutecimiento,
las vírgenes que sostienen el andamiaje de cables.
La noche es haber mordido un pedazo de Dios
y haberlo escupido al descubrir que es demasiado grande para mi boca,
demasiado amargo para mi corazón,
demasiado antiguo y eterno, para mi cuerpo que envejece.
Es saber que toda sensación me precede,
salvo mi propia angustia, dolor, desesperación,
mi propia locura que se avecina sin saber por dónde.

Nota: La imagen pertenece a John Brown.

lunes, agosto 28, 2006

Improvisación en Beiging


Escribo poesía porque la palabra inglesa Inspiración proviene del Latín: Spiritus,
aliento, deseo respirar en libertad.
Escribo poesía porque Walt Whitman le otorgó permiso al mundo para que hablara
con candor.
Escribo poesía porque Walt Whitman abrió el verso de la poesía a la respiración
sin obstáculos.
Escribo poesía porque Ezra Pound vio una torre de marfil, apostó al caballo
equivocado, les dio a los poetas su autorización para que escriban su
lengua hablada vernácula.
Escribo poesía porque Pound les indicó a los jóvenes poetas occidentales que
observaran a los chicos escribiendo palabras dibujos.
Escribo poesía porque W. C. Williams viviendo en Rutherford escribió a la manera
de New Jersey "Te patio l'ojo", preguntando luego: ¿cómo podemos medirlo
en pentámetro yámbico?
Escribo poesía porque mi padre era un poeta, mi madre de Rusia hablaba comunista,
murió en un loquero.
Escribo poesía porque mi joven amigo Gary Snyder se sentó a mirar sus pensamientos
como una parte del fenomenal mundo externo del mismo modo que lo
hicieron los integrantes de esa mesa redonda en el '84.
Escribo poesía porque sufro, nacido para morir, cálculos en los riñones, presión alta,
todo el mundo sufre.
Escribo poesía porque sufro confusión no sabiendo qué es lo que piensan los otros.
Escribo porque la poesía puede revelar mis pensamientos, cura mi paranoia
también la paranoia de otras personas.
Escribo poesía porque mi mente vaga sometida al sexo, la política, la meditación en
el Dharma.
Escribo poesía para retratar con precisión mi propia mente.
Escribo poesía porque tomé los cuatro votos de Bhodhisattva: innumerable en el
Universo son las criaturas Sensibles para liberar, infinitas mi propia codicia,
ira, ignorancia que deseo atravesar, incontables son las situaciones en que
me habllo mientras el cielo está O.K y los senderos de la mente despierta no
tienen fin.
Escribo porque esta mañana desperté temblando de miedo. ¿Qué podría decir yo en
China?
Escribo poesía porque los poetas rusos Mayakovsky y Yesenín se suicidaron, alguien
más debe hablar.
Escribo poesía porque mi padre recitando a Shelley poeta inglés y a Vachel Lindsay
poeta norteamericano dio el ejemplo gran viento inspiración aliento.
Escribo poesía porque escribir de asuntos sexuales estaba prohibido en los Estados
Unidos de América.
Escribo poesía porque los millonarios en el Este y el Oeste viajan en limosinas Rolls Royce,
los pobres no tienen suficiente dinero para arreglarse los dientes.
Escribo poesía porque mis genes y cromosomas se enamoran de muchachos,
nunca de jóvenes mujeres.
Escribo poesía porque no tengo ninguna responsabilidad Dogmática
de un día para el otro.
Escribo poesía porque quiero estar solo y quiero hablar con la gente.
Escribo poesía para contestarle a Walt Whitman, jóvenes dentro de diez años,
hablen con las tías viejas y tíos aún con vida en Newark, New Jersey.
Escribo poesía porque en 1939 escuchaba por radio Blues Negros, leadbelly y
Ma Rainey.
Escribo poesía inspirado por las juveniles alegres canciones de los Beatles
que han envejecido.
Escribo poesía porque Chuang-tzu no podía distinguir si era mariposa o era hombre,
Lao-Tzu dijo que el agua fluye colina abajo, Confucio dijo honrá a tus mayores,
yo deseaba honrar a Walt Whitman.
Escribo poesía porque el exceso de ovejas y haciendas en las tierras de pastoreo destruye
desde Mongolia hasta el Salvaje Oeste los nuevos pastos y la erosión
es la creadora de los desiertos.
Escribo poesía usando zapatos animales.
Escribo poesía "Primer pensamiento, mejor pensamiento", siempre.
Escribo poesía porque las ideas no son comprensibles excepto cuando se manifiestan
en pequeñísimos detalles: "Ninguna idea más que en las cosas".
Escribo poesía porque el Lama Tibetano dice: "Las cosas son símbolos de sí mismas"
Escribo poesía porque las Guerras Mundiales I y II, bomba nublear y la Guerra Mundial III
si la deseamos, yo no la necesito.
Escribo poesía porque los periódicos titulan un agujero negro en el centro
de nuestra galaxia, somos libres para darnos cuenta.
Escribo poesía porque mi primer poema Aullido que no pensaba publicar fue llevado
a proceso por la policía.
Escribo poesía porque mi segundo poema largo Kaddish honraba el paranirvana de mi madre
en un hospital para enfermos mentales.
Escribo poesía porque HITLER mató a seis millones de judíos, soy Judío.
Escribo poesía porque Moscú informó que Stalin envió al exilio en Siberia
a 20 millones de judíos e intelectuales, 15 millones nunca regresaron a los cafés
de San Petersburgo.
Escribo poesía porque canto cuando me siento solo.
Escribo poesía porque Walt Whitman dijo: "¿Yo me contradigo?. Muy bien, entonces,
yo me contradigo. (Tengo buen tamaño, contengo multitudes)"
Escribo poesía porque mi mente se contradice a sí misma, un minuto está en Nueva York,
al otro minuto en los Alpes Dináricos.
Escribo poesía porque mi cabeza contiene más de 10000 pensamientos.
Escribo poesía porque ninguna razón ningún porqué.
Escribo poesía porque es la mejor manera de decir todo lo que tenés en mente
en 6 minutos o durante el transcurso de una vida.
Allen Ginsberg
(Paterson, New Jersey, 1926- New York, East Side, 1998)
Poema leído ante una multitud en China
Traducción: Esteban Moore
Fuente: Revista "El criticón", Año 1, Número 1, Abril del año 2000