sábado, agosto 25, 2007

Epitafio N° 1.


Yo andaba por ahí sin saber cómo.
Yo viajaba muy hacia adelante, pero no conseguía perderme.
Yo participaba del fabuloso desconcierto del siglo pasado.
Yo era un gusano asomando la cabeza por la manzana que daba al árbol lleno de manzanas, que daba al jardín repleto de árboles. Es decir, yo era una infinita posibilidad, invisible.
Yo tenía la eterna sensación de amar al hombre ajeno.
Yo caminaba por San Jerónimo casi todos los días.
Yo recordaba de memoria la primera frase de un libro de Ray Bradbury, una epístola de San Pablo, un poema de Constantino Kavafis. Todas cosas inútiles para sobrevivir.
Yo hacía así con la mano al saludar. Como si ofrendara los ojos.
Yo a los 29 recordé haber jurado que a los 30 me suicidaría.
Yo claudicaba.
Yo quería ser radiante.
Yo esperaba un llamado. En un teléfono descolgado. En una casa que no era mía. En una ciudad fantasma. Ergo, yo esperaba en vano.
Yo andaba enredada en la vida como un alga en la red de un pescador. Era luminiscente, pero no era pez, ni pescador ni mar. Era algo impropio desde muchos puntos de vista.
Yo todavía soñaba.
Yo solía recitar ‘llueve en mi corazón y llueve en el Yang Tzé’.
Yo me quemaba con la vida como los insectos en las lámparas viejas de keroseno.
Yo escribía los versos finales
.
Nota: La imagen pertenece a James Walsh.

domingo, agosto 19, 2007

Las 15 leyes más absurdas del mundo.

El material expuesto a continuación pertenece a la publicación dominical de La voz del interior. Se puede accesar a través de este link: http://www.lavozdelinterior.com.ar/defaultak.asp?edicion=/07/08/19/


1- La cabeza de cualquier ballena muerta que aparezca en las costas británicas pertenece al rey. En tanto, la cola es de la reina, siempre y cuando necesite los huesos para su vestimenta.

2- Un ginecólogo en Bahréin no puede mirar directamente los genitales de su paciente, sino sólo por medio de un espejo. Eso sí, puede tocarlos.

3- En Vermont, para que las mujeres puedan tener una dentadura postiza deben contar con el permiso de sus maridos.

4- En la ciudad británica de York aún es legal matar a un escocés, siempre y cuando se efectúe en los muros citadinos, aunque el "enemigo" deberá portar arco y flecha.

5- En la península de Florida, en los Estados Unidos, las mujeres solteras no podrán arrojarse en paracaídas los domingos.

6- En Gran Bretaña un hombre que quiera orinar en la vía pública sólo podrá hacerlo teniendo en cuenta reglas básicas. Deberá "apuntar" a la rueda trasera de su vehículo y tener la mano derecha sobre el techo del auto.

7- En San Salvador, uno de los países con mayor violencia en el mundo, un conductor borracho podría ser penado con la pena de muerte, ante algún pelotón de fusilamiento

8- En Indonesia, la pena por masturbarse es nada menos que perder la cabeza: la decapitación.

9 - En Miami está prohibido andar en skate en una comisaría.

10- En el Reino Unido, las embarazadas pueden orinar en cualquier lugar que deseen.

11- Los barcos de la Armada Real Británica deberán proveer de un barril de ron a los miembros de la Torre de Londres al ingresar al puerto de la capital inglesa.

12- En Ohio está prohibido tener un pez borracho.

13- En Francia está prohibido bautizar Napoleón a un chancho.

14- Es ilegal morirse en el Parlamento británico.

15- Los taxistas de Londres no podrán transportar cadáveres o perros rabiosos.

miércoles, agosto 15, 2007

Hija.

Cuando Padre vomita sobre la trama perfecta de la alfombra roja,
o sobre el pan recién horneado,
y hay que arrodillarse y limpiar,
no es asco lo que siento,
es pudor.
Una vergüenza súbita y humillante,
al ver la entraña rota,
partida,
toda la suciedad junta de su odio,
toda la oscuridad perra de sus tripas,
de quien no ha de comer ningún animal,
Toda la tiranía ciega,
de la que yo he nacido.

sábado, agosto 11, 2007

El muro.



Este muro que habré de atravesar después de lamer la sal de su silencio.
Este muro pletórico de marcas,
de signos atroces de himeneos felinos,
de botellas rotas con las que el niño de la Señora Genefield juega al barquero Caronte.
Este muro alto como tres hombres
desde donde llegan los gritos de la calle vecina,
cuando los transeúntes mueren atropellados
por los suaves y veloces camiones Mercedes Benz,
y la propaladora pasa ofreciendo pescados jugosos y gélidos,
colchones viejos,
o sillas de madera labrada.
Este muro demasiado áspero para las uñas débiles,
que se quiebran un poco al escalar,
y dejan, entre las ranuras de los ladrillos,
las membranas pálidas,
con que se escribe la derrota.
Este muro de opacidades y plantas trepadoras,
adonde llego, ciertas noches,
a abrevar de la ternura de los otros:
la mano del almacenero, por ejemplo,
desatando el delantal de su apetitosa y salvaje empleada;
las cañerías del edificio alto,
donde anidan alimañas doradas que, al entrar en celo,
hacen ruido de fantasmas;
el verde y febril pasto del parque contiguo,
cuyo rumor de crecimientos
enloquece a los murciélagos que anidan
en la parte alta de la tapia,
ciegos como yo,
perdidos en el hermoso mundo invisible.

Nota: La imagen pertenece a Lars Raun.