jueves, octubre 30, 2008

la creciente

esa noche vino la creciente, y trajo
muebles viejos, mugre
de los canales vecinos,
botellas
víboras

se va a llevar todo, dijo
mi madre
y me imaginé los huesitos de enzo
flotando en la corriente, al lado
de los canteros de verdura,
me imaginé su ropa última
roída por las polillas y la fiebre, me imaginé
sus uñas crecidas,
las hebritas de pelo rubio
entre los alambres del portón

entonces me apuré a encender el sol
de noche en la cocina,
a tapar la puerta con las bolsas de arena,
esperando que la muerte no pasara,
que siguiera el curso
del agua, hacia el naciente,
donde las tierras son bajas
y crece el alepo,
y la enredadera azul

martes, octubre 28, 2008

281008

(a V. P., que lo va a -dolorosamente- entender)



en el pavimento de la calle
queda, por la tarde,
la sangre seca de las perras
en celo

algunos
-lo he visto-
las agarran del cuello y las hacen morir:
no soportan la líbido gloriosa
que alborota los machos,
los mechones de pelo en las puertas de alambre,
el olor rijoso del orín
en los carteles de las tiendas

las perras son dóciles al entrar
en las bolsas de nylon
obedecen y se pliegan al tamaño,
enarcan los huesos,
se acomodan a la muerte,
al silencio

conozco esa mansedumbre de haberla ejercido

basta tocar la marca roja en el cuello
para evocar soga
y dueño,
pero yo mordí esa mano
y ahora tengo esta libertad
grande
en que me asfixio

miércoles, octubre 22, 2008

Aprendizaje

mi padre arrima la silla a la ventana
mira llover
mira bien, la lluvia, con fuerza,
sabe
que pronto no habrá esa
ni otras, sabe
que no habrá nada

yo también sé esas cosas

por eso me siento cerca y aprendo
cómo mira la gente en esos casos,
con qué profunda avidez,
con qué rara,
definitiva sed