lunes, febrero 26, 2007

Confesiones de un malandrín- Angelo Branduardi-


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Me gusta caminar con los cabellos
cayendo despeinados por mis hombros,
así me divierto corriendo el riesgo
de vuestro otoño sin arroyos.
Me gusta recibir en pleno rostro
la súbita punzada de la injuria,
para sentirme vivo la soporto
bajo la protección de mi armadura.
Y me vuelve a la mente aquel paisaje
que las cañas y el musgo han sumergido
y el amor de los míos que no saben
que han tenido un poeta en vez de un hijo,
Que me quieren lo mismo que a los aires,
a la lluvia y a todo cuanto tocan,
raro será que quien me ofenda escape
a la punta de su horca.
Pobrecitos mis padres aldeanos,
tan ancianos y siempre temerosos
del Señor de los Cielos procelosos,
pueblerinos que nunca comprendieron
que su hijo querido y solitario
es el primer poeta de estos pagos,
y con zapatos como una patena
y sombrero de copa se pasea.
Más sobrevive en él la cortesía
del típico golfillo campesino
que, ante el cartel de una carnicería,
le hace una reverencia al solomillo.
Y cuando encuentra algún cochero,
su pobre cuna le vuelve a la memoria,
y quisiera a la cola del jamelgo
llevarla como el velo de una novia.
A la patria la amo,
aunque enferma, de troncos oxidados,
adoro los hocicos de los puercos
y los suspiros de los sapos.
Estoy enfermo de infancia, de recuerdos,
de blancos crepúsculos de invierno,
el acero se curva con el fuego
para sentir calor y sueño.
A la cumbre del árbol yo trepaba
para robar los huevos de los nidos,
¡quién sabe si las copas siguen altas!
¡quién sabe si los troncos se han podrido!
Y tú, querido perro, pobre amigo,
viejo y ciego, vencido por los años,
das vueltas y más vueltas sin sentido
por la complicidad de los establos.
Y me encanta mi pinta de golfante
cuando en casa robaba unos mendrugos
y los comía con cualquier tunante
o quizá con un perro vagabundo.
Yo jamás he cambiado,
pienso y siento lo mismo de lo mismo,
se me escapan los versos de las manos,
en busca de otro sueño como el mío.
Buenas noches. Los ojos del silencio
me acechan desde el filo de la bruma,
tras mi ventana crecen los deseos
de gritar contra la luna.
La noche es tan hermosa
que pienso que morir no dolería,
¡qué importa si mi espíritu es perverso
si mi pecado me hace compañía!
Pegaso cansado y visionario,
tu galope carece ya de cura,
vine como un maestro solitario
y ya no canto más que miniaturas.
De mi cabeza de uvas maduras,
va goteando el vino en cabellera,
quiero ser una vela de fortuna
rumbo a un país sin nombre ni bandera.

domingo, febrero 25, 2007

sábado, febrero 24, 2007

Recordaciones II.



Le decíamos ‘Chirolita’, no porque él tuviese algo de Gepetto famoso, sino porque tenía una sonrisa eterna adherida a la cara, no sabíamos bien si por un defecto óseo que le impedía la variedad de gestos, o porque en realidad se movía en el mundo con la soltura que sólo pueden tener los locos, ese estar a medias en todos lados: él navegaba a dos aguas entre la lamentable condición de los lúcidos, que llegan profundo en su bucear por la condición humana y vuelven del viaje cagándose de risa, y la locura que se hace de sueños, de retazos de tiempo, de fragmentos realmente vividos que se combina con los imaginados, en un puzzle desquiciado y en ocasiones, hermoso.
Se vestía cada día como el anterior, y no es que este detalle nos transmitiese a todos la certidumbre de su locura, mas bien, era el atuendo lo que lo ponía en una de los lados de la delgada línea que delimita el mundo de los cuerdos: afuera. Sobretodo, bufanda, chaleco, pantalones de gamuza y una gorra idéntica a la del Chavo, conjunto que usaba indiferentemente días de frío intenso, calor abrasador o temporal. Solía pedir en la puerta de la iglesia San Isidro, en el banco Provincia y en la tienda Los Vascos, frente a la plaza San Martín, y lo hacía siempre con una sutileza que emanaba de su condición callejera, de haber estado siempre en todos lados y en ninguno, un gentleman del cirujeo, un acartonado linyera con labia para los negocios: ¿tenés cambio, vos?. Nunca pedía un peso o moneditas, como es lo típico en la realidad más cruda de nuestro país, o en el imaginario galdosiano, no, él quería cambio porque como el significado se construye con lo dicho y con lo que se calla, se sobreentendía que siempre llevaba encima billete grande.
Esta inteligencia del superviviente la había aprendido en la Colonia, de donde se escapaba cada vez que podía ‘porque ahí no hay Dios’, nos decía, refutando milenios completos del dogma de la omnisciencia divina, y poniendo cara de lord se sentaba a fumar sus cigarros armados mientras el mundo hacía y deshacía, mientras las madres parían, las guerras empezaban y terminaban, mientras lo que debía ser o lo que forzadamente era, sucedía, como parte de la trama múltiple, oscura y falaz a la que cada uno de nosotros contribuíamos.
Mientras, Chirolita, sentado al sol en el banco de la plaza, cruzadas las piernas y el cigarrillo en la boca, fumaba, sonreía, y nos dejaba hacer, como si los inocentes o los locos estuviéramos del otro lado. Ese lado donde él no podía, o no quería estar.


Nota: La imagen pertenece a Andrzej Dragan.

viernes, febrero 16, 2007

Live with me.



Terry Callier- Live with me

domingo, febrero 11, 2007

La imagen.



‘Plinio el Viejo, un historiador que murió en el 79 d.C. cerca de Pompeya, víctima de la erupción del Vesubio, en su célebre Naturalis Historia narró la leyenda de la joven mujer de Corinto que, presa del amor por un hombre que debía alejarse de la ciudad, trazó sobre la pared el contorno de su sombra, utilizando la luz de una vela y un trozo de arcilla seca. Quería conservar el recuerdo de su apariencia.’

(Lunes)

Busco –le dijo- la tinta de mariposas negras.

Al fondo de la habitación, sobre un banco de piedra,
había, derramado, el ángel ambarino de la luz,
un pañuelo azul para la frente amplia de Leda,
y un vaso de agua, porque el verano era grave.
De lejos, se escuchaba cómo se alimentaban los cuervos
en los trigales,
un rumor a Apocalipsis,
como si la eternidad se hubiera roto en alguna parte,
y sangrara...


(Martes)

Busco –le dijo a la segunda noche-
el fino pincel de pelo de caballo.

Era muy dulce la visión de los relámpagos
alumbrando a Dzhaidar.
Se podían contar los latidos en el pecho,
y el murciélago blanco de un pensamiento viejo,
(quizá el recuerdo de una mujer bajando al río)
a través de la piel traslúcida.
Leda lo lavaba, con una esponja y agua tibia,
y respiraba, en las axilas del hombre mojado,
un aroma a jazmín y madera de sándalo,
que recordaría muchos años después.

(Miércoles)

Al amanecer, sobre las quintas,
el movimiento de los heliotropos
y una lluvia de peces vivos
auguraban el escándalo de la destrucción.

Sentada frente a la pared,
arremangado el vestido, mojado el pecho de lágrimas,
Leda paseaba los dedos sucios de arcilla y carbón
por el contorno de la sombra.
La luz temblaba, y Dzhaidar.
Nacía la imagen desde el fondo de la vida,
como de la muerte, doliente y efímera,
como siempre, de mujer y de hombre,
para habitar este mundo,
de carnadura de diablos y transparencias.
Nota: La imagen pertenece a Craig Barnes.

Peces o Aproximaciones a un naufragio.

_ Este animal con ojos de Madonna...
_ Esta criatura que se acerca a mí, con su cuerpo encendido como un relámpago...
_ Esta oscura premonición de la muerte...
_ Este color sumergido en esa zona ausente de mi conciencia,
della follia che non mi hanno conosciuto...
_ Esa ventana hacia tus ojos donde habita la bruja...
_ Esta luna que vuela en las profundas aguas del Hemisferio Boreal...
_ Esta última contemplación antes de la oscuridad...
_ Esa bestia de carne de agua, que no sabe del mono, ni del hombre...
_ Ce cadeau que las putas de l’America et de la France, hubieran amado más que el perfume...
_ Esa sensación de que el diablo sonríe a mis espaldas...
_ Este impresionismo vital y torpe...
_ Este pez...

jueves, febrero 08, 2007

domingo, febrero 04, 2007

407


Torpe.
Torpe Eva de dientes podridos.
Buena perra de mala vida.

Madre:
en tu seco pezón no hay trigo.
No luz, sombra.
No pájaro, garra.
No ángel, cuero de ángel.

Amo, sin embargo,
la costilla de la que no participo,
costilla dura, vieja,
palo sobre palo,
silenciosa, no más.
Hueca.

Por tu costilla entra un aire de Dios.
Y el aire de Dios hace música.
Melaza honda de sexo,
carbón ardiendo
en la boca.
Cuando me enciendo,
me voy por ahí a gritar,
a decir algo.
A veces también gimo.

Soy yo, y estoy rota.
No digo,
gruño.
Soy una orilla. Y la otra.
La corzuela ciega.
Y el león.
La sed y el agua.
Me veo venir. Y me destrozo.
Me persigo.
El músculo que muere
alimenta al músculo que goza.

Soy yo.
A veces, lo soy en serio.
No como esta noche,
no ahora.
Buena perra de mala vida.
Puta perra de mala leche.
Poesía,
hato de hambres.
Silencio.


Nota: La imagen pertenece a Yoko Ono.

jueves, febrero 01, 2007

Dos de Idea Vilariño.



YA NO
Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.
Ya no soy más que yo para siempre y tú
ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.
CARTA II
Estás lejos y al sur
allí no son las cuatro.
Recostado en tu silla
apoyado en la mesa del café
de tu cuarto
tirado en una cama
la tuya o la de alguien
que quisiera borrar
-estoy pensando en ti no en quienes buscan
a tu lado lo mismo que yo quiero-.
Estoy pensando en ti ya hace unahora
tal vez media
no sé.
Cuando la luz se acabe
sabré que son las nueve
estiraré la colcha
me pondré el traje nuevo
y me pasaré el peine.
Iré a cenar
es claro.
Pero en algún momento
me volveré a este cuarto
me tiraré en la cama
y entonces tu recuerdo
qué digo
mi deseo de verte
que me mires
tu presencia de hombre que me falta en la vida
se pondrán
como ahora te pones en la tarde
que ya es la noche
a ser
la sola única cosa
que me importa en el mundo.

Nota: La imagen pertenece a Tamara Loncar.