domingo, junio 29, 2008

Ejercicios.

i.
esta rabia bestia, ¿a qué se acollara?
esta rabia india, no domada,
¿en qué idioma se habla?
a qué palenque se arrima,
cómo se monta y se mira,
contra qué piedra pulo
……….su pie
…….....su piel
a qué rastros la suelto

esta rabia vena, en que sangremente discurro
esta rabia sal, en cuáles aguas ahogo,
todo su tamaño,
¿cabe en mi corazón?
¿en mi mano, cabe, en los ojos?

mi rabia es rabia sola:
no habita la jauría
ni el bosque, no,
ni la casa

vino con mi cuero, un día,
y desde entonces
la rabia canta
por la lengua con que canto
y un día, no hace mucho
fuimos
la misma cosa
la misma triste cosa

ii.
querido,
querido amor de las cartas,
los caballos han hecho la noche,
los fuegos han hecho la noche,
pero tu sombra es el hueco de la luz
la grieta,
el disparo

vino y sonó en mí
un poco como la herida

vino y alumbró en mí
un poco como la herida

iii
venís con el poema y es como la muerte
o los sueños
venís solo o con otra mujer,
pero siempre de a pedazos:

vienen los perros y se llevan tus ojos
viene magdalena y alza tu mano
los sindicatos pasan,
y levantan tu campera,
tus zapatillas,
el hosco ceño del mediodía

venís con el poema
y estás sucio de otros,
perdido por perdido,
roto

¿quién sos cuando te quiero?
¿cuál es tu nombre?







martes, junio 24, 2008

¿1736?



"La cortesía deriva su nombre, sin duda, de la corte y la vida cortesana. Las cortes de los grandes señores son como escenarios en los que cada uno trata de labrar su fortuna. Esto no puede conseguirse más que alcanzando el favor del príncipe y de los nobles más importantes en la corte, por lo que hay que esforzarse todo lo posible por hacerse bienquisto. Lo mejor para ello es hacer creer al otro que se está dispuesto a servirle en todo momento y con todas las fuerzas, aunque muchas veces no tengamos tal inclinación o no queramos por muy buenas razones. Para esto está la cortesía, que nos hace reflejar tal determinación en nuestra compostura que el otro queda convencido de nuestra voluntad de servicio; ello nos hace acreedores de su confianza que va generando en él un amor hacia nosotros por el cual se siente inclinado a concedernos sus favores. Este es el resultado más habitual de la cortesía, que concede una gran ventaja a quien la practica. En realidad, habrían de ser la habilidad y la virtud las que nos ganasen la estima de los hombres, pero ¡cuán pocos son quienes esto reconocen! Y todavía son menos quienes las tienen en algún aprecio. Sólo lo que es perceptible a los sentidos es lo que llama la atención de los hombres superficiales, en especial cuando se dan unas circunstancias que afectan de modo especial a su voluntad. Esto es exactamente lo que sucede con el cortesano"



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Fragmento de "Corte, cortesía y cortesano", del Léxico Universal de Zedler, 1736
Figura como cita en:

El proceso de civilización, Norbert Elías; capítulo primero, Sociogénesis de la oposición entre “cultura” y “civilización” en Alemania.

domingo, junio 22, 2008

Juan Carlos Bustriazo Ortiz.

I
Tan huesolita que te ibas
tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia piedra
te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga
hermosa!
V
Te regalé unas cuentas indias
y había un color de aroma hereje tan sobre mi caía el
cielo amarilleaba su piel verde yo sé que labro joya
oscura sólo por vos que me la entiendes porque a vos
te hablo en esta piedra enrumorada de caldenes quién
sino vos me la naciste y en quién sin vos ella se mece
te di en la tierra qué colores sonorositos magamente
remotas gemas de collares ascuas de piedras de otras
gentes besos de piedras recobradas entre tus manos
vieja fiebre alegría vieja o amoríos de aquella aquel que
están sin frente te regalé gualicheríos piedras de dulces
redondeles
de Elegías de la piedra que canta, 1969
4
y crecía la hornalla hosca
en aquel pueblo de hornos pérfidos
eran mayas eran aztecas
eran quichés de estuco y lágrima?
eran teocallis bermellon
eso pirámides de tierra terca?
eran hombres de barro fresco
recién hacidos por el gran padre?
eran esclavos colorados
o eran grietosos cuasi hombres?
pero crecían las hornallas
trabajosamente crecían
empinábanse con dolores
para que cuajaran panes panes
eran palacios de gentes torvas
o con máscaras de barro impuro?
con inocentes mascarillas
gentes que siempre comerán barro?
crecía la hornalla cumplíase
entre colorinches y desvelos
17
y anduve solo y no era la luz
fuíme por duros corredores
por los pasillos pesaroso
y saquéme un papel azafrán
con un saludo de tez granate
“he aquí que llégueme a verte
juancarlos estuvo en esta torre”
y fuíme solo y no era la luz
por los pasillos musitantes
atrás dejé los corredores
negros y más que hechos con cuervos
quedóse el papel inclinado
esperando tus ojos de mora
y como un ciego fui con las manos
interrogando a las paredes
buscando la puerta brillante
los tragaluces del castillo
el aire que andaba en el mundo
“juancarlos estuvo en este cuarzo”
fuíme solo y no era la luz.
de Unca bermeja (1973), 1984
Quetral 4
Quetral del salamanquero,
del indio rico Antipán,
de aquel Jesús Calluhueque
borracho en la soledad…
“Los brujos dan sus poderes,
le piden prendas al hombre:
tuve que darles mi matra
bordada con arreboles.”
Quetral del brujo piedroso,
de aquella pipa de piedra,
o del matuasto tejido
por el señor-de-las-sierras…
II
“Y yo les di mi cuchillo
de fino cabo de plata…,
y al poco tiempo murió
mi amor sin besar mi almohada.”
Quetral del pardo mortero,
del raspador transparente,
lengua filosa, luz lanza,
tajo nomás, llaga siempre…
Salamanquero yo fui,
y era Juan Paulo Durazno,
Honorio Manquepillán,
el Nicolás Antenao.
…víbora de colores terribles…,
onduloso chasquido
bajo el abuelo Sol, el Gran Cabeza de Oro…
Sangrecita casi flauta,
torturada, torturada…
Apágame ya
este canto…
Ay, víbora,
tu silbo
rojo
de Quetrales. Cantos del añorante (1967), 1991
Sexta Palabra
Qué convulsión del cielo me amenaza
en lo creencial del mundo que me enluja
con los errantes velos de la bruja
que ayer quemé, cuya ánima me abrasa
de septentrión a meridión? Me arrasa
el corazón, las testes, si me estruja.
Cuadragésima Primera Palabra
pasa bustriazo el viejo con el joven
bustriazo azul de serle el sentimiento
la flor la luz el agua en el momento
de la enjutez del vago pensamiento
la sangre infiel bustriazo el viejo el joven
en paz en pos de su destino el reto
de su vivir bustriazo el viejo el joven
cristal de roca ya cuarzo coleto
tan pedernal de sí el viejo el joven
bustriazo va le brilla el esqueleto
(Ruta 5 y “San Cayetano”
Domingo de Resurrección)
Cuadragésima Tercera Palabra
Adónde vas, poeta nochernícola,
de austera sal, de halo melancólico?
Y el primo amor, o bien, el tu penúltimo?
Y el vaso azul? Erótico y arqueólogo
te sientes bien, mi vate, muy católico?
Eres o no el juglar, el archimítico,
el hacedor maniático, elegíaco
de tu canción? O estrilas de neurótico
talante, o vas de túnica, de báculo
por la vastura de la noche eólica?
Ay semoviente, austral humano mágico,
nómade Juan, desnudo en lo fonético?
(Ruta 5, divagando bajo el
pánfilo viento)
de Libro del Ghenpín (1977), 2004
balada arcaica
ya te vas vegetal tornasolada no me prendas la flor del exterminio fulgimiento del agua de los ojos no me prendas la flor del exterminio hinchamiento del cielo qué potencias no me prendas la flor del exterminio qué hinchadura del mundo taza turbia no me prendas la flor del exterminio con el hijo salido de tu entraña no me prendas la flor del exterminio con el ala punteada de tu ángel no me prendas la flor del exterminio con arcillas que vuelan soberanas no me prendas la flor del exterminio en olor de adiós que me espeluza no me prendas la flor del exterminio con tu boca antañera tras tu boca no me prendas la flor del exterminio en amor de tu sombra sonadora no me prendas la flor del exterminio!
27 y 28
para vos, dueña de los ponientes
de Canción rupestre, 1972, inédito
el intenso dice
un adiós el intenso dice una sombra mi amor aterciopelada palaciega en esta tarde regocijante y tristonosa las gentes se ponen máscaras oh no mi amor se sacan los rostros se arrancan infantilizados la identidad remota y saltan saltan y no son langostas siquier y tristemente remedan al ancestral sagrado qué estoy diciendo mi amor yo celebrante rojo celebrante amarillo y negro y azul huelo a collón a piedra pintada a sien quemada huelo a corazón ahumado huelo a rodillas blanconas a canillas bermejas mi amor dios quiera que no pienses como yo en esta tarde que huele a tambores colorados a bajo vientre castaño a tobillos simplones a talón pintarrajo mientras la soledad los va comiendo y chilla
(t. 23, 24)
a ch
de Caja amarilla, 1973-1974, inédito
Nota: Los fragmentos de textos fueron extraídos de la siguiente página http://laseleccionesafectivas.blogspot.com/2006/10/juan-carlos-bustriazo-ortiz.html

jueves, junio 12, 2008

Juan L. Ortiz.


Oh, las figuras del cariño, ¿dónde,
dónde ellas?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé…

Pero ¿por qué no estáis aquí,
vidas, oh dulces vidas, a las que yo no sabía en otro espacio, también,
que el de mi corazón…?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé…

¿Por qué no estáis aquí
enjugando conmigo o tratando de enjugar
el gris de Octubre?

O no seríamos, ya, junto con el río de la media-tarde,
más que unos hilos, unos hilos
para una suerte de trama que la melancolía misma está perdiendo,
perdiendo?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé…

De lágrimas Octubre, aquí, y acaso,
allí…
Pero allí será de alas, alas hasta en los pies, y aún en medio, ¿no?
de unas cortinas de nupcias,
y con mandolinas todavía por ahí… por las heridas
de los pajarillos, ¿no?
que corridas las cortinas, han de abrirle repentinamente, no
las fugas de los confines…

Volará y bailará, ¿no? de jacarandaes…
Mas ¿estáis aquí?
Os miro a mi lado, los ojos en los míos…
¿De quiénes o de quién las estrellitas que mojan el minuto?
Unas pestañas, entonces, ¿de nadie?

Y me doblo como un sauce…
Y sigue lloviendo en mi corazón y sigue lloviendo, lloviendo,
lloviendo…
lloviendo sobre el Yan-Tsé…

sábado, junio 07, 2008

Sujeto a destrucción

vino, a mi jardín,
la vaca sagrada de la literatura

vino con su lomo de no ser montado,
con los dos ojos anhelantes de toro negro,
con los mugidos rotos de vaca vieja
a comerme las flores, vino,
a morderme la ropa tendida,
como un caníbal,
vino, como un político,
a arengarme, a pisotear mi casa,
a cagar en mis cortinas, vino,
sí, a meter bulla al vecindario
y sembrar la discordia,
a perder las manzanas nuevas,
las brevas de los higos
que crecían como pechos en
los árboles fragantes y altos,
a espantar los pájaros

entonces,
harta, jodida,
le grité:
“con tu leche a otra parte, vaca!”
y se fue con su vacuno trote
a jardines más fecundos
a mujeres más dóciles
a refregarse en sus faldas
como en un palenque
y se quedó ahí,
con las santas de siempre,
con las que hablan bajito
con las correctas