viernes, septiembre 19, 2008

La niña de aprender.

hola, la niña de aprender

así te llamaban, deolinda,
los que iban a coger con tus trece años,
con la piel intacta de noche y tierra,
con tus zapatillas de ir a la escuela

¿te acordás, niña de aprender,
lo que me contaste atrás del ombú?
me dijiste:
“mi mamá se sube a la cama
y me dice que los toque ahí”
y te movías, como una serpiente
sobre la arena,
brillante y ronca de haber fumado,
sucia de la noche anterior,
toda lumbre oscura
a la hora de convidarme
el gajo de las naranjas

y el jugo caía, dulce y fresco,
sobre las rodillas de vos
y de mí,
y nos reíamos al abrirnos
las blusas,
y mostrarle los pechos nacientes
al sol,
y todo era una hora
donde la muerte comenzaba
a besarnos los ojos

sábado, septiembre 06, 2008

Los albañiles me gustan...

los albañiles me gustan

llegan en bandada, un día,
al terreno baldío, al gran hueco,
con su música de cuarteto
en las radios
llegan gritando, llegan
puteando al trompa,
codiciándole la mujer que nunca vieron,
llegan para lastimarse,
para caerse de los andamios,
para romperse la médula jugando
a los angelitos,
llegan para ponerle el hombro
al asunto

y el asunto es acarrear tierra,
arena, agua, cemento,
el asunto,
lo que los cogotudos de la zona
dirían business, es
hacerlo 8, 10, 12 horas seguidas,
con el sol bravo de la siesta,
hacerlo, con el viento sur
del invierno,
hacerlo cansados, poner
ladrillo sobre ladrillo,
sin llorar histéricos por ninguna
cuestión metafísica, porque el tiempo
que les sobra del día
-y siempre son miguitas-
hay que usarlo
para comer,
para bañarse,
para hacerle el amor a la mujer y mirar
cómo crecen los hijos

me gustan, los albañiles,
me gustan
porque todavía tienen tiempo
de gritarnos obscenidades a las mujeres,
de sonreírnos en la vía pública,
de hacernos saber que nos ven,
que nos escuchan el taconeo,
que se fijaron
en el brillo del pelo

me gustan porque cuando se van,
donde había un vacío,
de pronto hay una casa,
una casa armoniosa y a prueba
de tormentas,
es justo recordar de quién fueron las manos,
es justo