yo cavé en tu tumba, Marosa,
yo cavé y vi lo que vi
con las dos manos mías,
con las dos manos mías que me ardieron,
Marosa,
con el ardor y la fiebre de una perra,
cavé y vi,
que tu cuerpo abierto estaba lleno de ojos,
que tu corazón moderado no estaba seco
que de tu corazón brotaban animales,
marosa, la muerta,
yo vi,
que en el humo de tu aliento
que en la niebla espesa de tu boca
hervían criaturas sedosas,
en cinamomo,
en laurel,
en tomillo,
y vi, Marosa, la muerta,
que en tu vientre,
tal como en la cintura de dios
cabalgaba el intrépido ángel
de la locura
yo abrí la tumba,
Marosa,
y vi lo que vi:
los huesos brotados de orquídeas,
la sangre oscura de la muerte
caminando el cuerpo rosa y mustio,
como un río de hormigas
tu cuerpo, Marosa,
los bordes acuosos de las alimañas,
las sementeras enredadas de tu pelo,
y en tu frente, Marosa,
la cruz alta y pronunciada,
incomprensible,
que se les echa a los muertos