viernes, diciembre 28, 2007

Las confesiones de Bioy Casares.

"Cuando yo era chico no sabía lo que significaba fornicar, se lo pregunté a mis padres y ellos me dijeron que fornicar significaba decir malas palabras. Entonces, cuando me confesé para la primera comunión, lo primero que le dije al cura es que yo fornicaba de vez en cuando. Un poco sorprendido, el cura me preguntó si lo hacía con hombres o con mujeres. Como en ese tiempo estaba muy mal visto decir malas palabras delante de las mujeres, yo contesté, casi orgulloso: 'Con hombres, padre, sólo con hombres'."

martes, diciembre 18, 2007

1812

Nena hu'~u.
Nena viento.
Rosa excesiva.
Lengua suave de la pantera.
Celaje de la tarde.
Nena Satie, tersa.
Rastro de ciervo.
Ocultamiento del sol.
Perfume del ébano.
Agua que pule la roca.
Ascenso del pájaro.
Lumbre.
Imitación de la mañana.
Nena del aire.

jueves, diciembre 13, 2007

Carta a mi sobrina Teté, en su primer cumpleaños.




Mi Zumbayllu. Mi Layk’a supay. Hermosa demonia, hada.
No te quise a la hora de haber nacido. No a la segunda. No a los 30 días. Te rechazaba, no quería verte, no quería enamorarme de vos, no que llenaras mis sueños. Porque se acostumbra, una, a la luz de los sueños. Te quise un día cuando me miraste con expresión de reconocerme. Yo creo que habías tenido un viaje largo, que volvías de no sé dónde, a mirarme, a decirme ‘soy, veo’, a decirme ‘estoy acá, voy a necesitar tus brazos, tu calor’. Era otoño. Andaba recogiendo las nueces caídas. Creo que toqué una y se abrió el corazón de ella. Un insecto había tomado su carne, su perfume, la caparazón, y allí había vivido quién sabe cuántos días sin que yo supiera, nunca, porqué, estaba, era. Así fue con vos. Fue tropezarme con la vida, los aromas, la transparencia, todo junto, de un golpe. Algo del otro lado de la muerte, muy del otro lado.
Flor de azafrán, pez dorado: ahora te amo. Quisiera defenderte de la vida, pero eso es malo. Yo he vivido, he visto, soy una pantalla turbia. No podrás (no quiero) que mires a través de mí. Mirá vos, tocá, olé. Hay mucho de lo bello, y mucho de lo triste, no sé si en partes iguales. Uno es el reverso de la moneda del otro. Y esa moneda ya te cabe en la mano.
Te beso, Luminosa.
Tía Elena.

miércoles, diciembre 12, 2007

1212



Rómpame, Único,
el cristal del corazón.

Bien si, por violento ánimo,
gustando ud. de la velocidad,
se sube al automóvil
y embistiendo, lo quiebra,
lo traspasa como a una cortina de agua,
como a un hijo frágil
de huesos de paloma.

Bien si, por dotes de vidriero,
consigue, después de encenderlo,
de inflamarlo,
de darle la redonda forma de la cereza,
tirarlo contra la acera.
Sería sutil y agudo el ruido
del músculo quebrado
y centelleante.

Habrá, de cualquier modo
lo que hay para estos casos:
el fulgor rosa de la carne herida,
un poco de dolor,
el olvido, luego,
como siempre.

Andará buscando ud.
sus pedazos entre los míos.

Nota: La imagen pertenece a Musin Yohan.


jueves, diciembre 06, 2007

Ahora que llueve.




He ungido en la boca mi dedo.
He puesto en la ventana tu nombre,
un nombre de bravos dientes,
variedad del tigre,
abiertos en dirección de la presa.

Al lado del tuyo,
he acostado mi propia palabra,
ebúrnea, temblorosa,
variedad del conejo
abierta en dirección de tu boca.

La he amaestrado para esta muerte.
Para este amor.

Nota: La imagen pertenece a Stanko Abadzic.


miércoles, diciembre 05, 2007

Invitación 2.

Maréeme, señor,
ud. tiene altura para eso.

Invitación.


Venime, soledad.
Venime a la par.
Sé mi mastín adolescente,
adorname la cara con saliva,
matame las sombras.

Vamos a partir la casa como hermanas.
Tendrás tu patio de luz,
tu reposera,
la mitad de mi toda dicha.

Cuando yo regrese del trabajo
y se haga la hora de fumar,
saldremos afuera,
a hablar bajito de él:
de cuánto lo extrañamos,
de cuán poco nuestro es,
de cómo el humo perfila, en la noche,
lo oscuro de su rostro,
perdido como está
en la memoria
y en la distancia.

Están en mis ojos los tuyos,
como en el agua
los continentes.
Nota: La imagen pertenece a Martin Elkort

lunes, diciembre 03, 2007

0312




No recuerdo cómo entré a la vida.
No sospecho cómo se sale.

Me siento un pájaro enredado
en los cables de teléfono:
la perspectiva de la altura es,
en definitiva,
de una belleza crítica.

Si me aquieto,
el lazo se hace prisión
y estancamiento.

Si me rebelo,
el lazo se vuelve horca
y tiende hacia la muerte.

Entonces procedo
a piar y maldecir,
a hacer los gestos que tiene el pájaro,
unos muy parecidos al absurdo
y al desamparo.