lunes, octubre 16, 2006

Los cuervos


Que se acerquen los cuervos,
que te besen en lo dulce
que hagan con vos lo que quieran
que te maten,
que te profanen el sexo,
que te iglesien,
que forniquen en tus ruinas,
en el mantel con tus migas,
en tu copa de cristal con la mandrágora,
que te dragonen el bosque del pensamiento,
que ausculten tus tiernas amígdalas de ciervo,
que te rastreen por la sangre la primera hostia,
que te coman, amor mío, los ojos,
que te taconeen la lluvia, la tristeza,
que te cercenen el rasgado terciopelo de tu lengua,
que abran y cierren sus garras sobre tu pecho,
que duerman sobre tu corazón
como sobre un colchón de hojas podridas
como sobre un nido en Huangshan,
que se beban el espeso líquido de la sangre,
que amasen el calidoscopio de tu iris
que procedan con gracia, con ira, con ciencia,
que destruyan tu casa, que la quemen,
que infecten tu cama, tus cortinas,
el sagrario con la foto de tu madre,
que corrompan a tus ángeles,
que les muerdan el comienzo de las alas,
las vértebras perfumadas,
el caramelo torpe de sus bocas,
que les quiebren los dedos,
que te ateícen,
que envenenen tus corderos,
tu pan de comer, tu jarro del agua,
que te nieguen,
que te invisibilicen,
que te fantasmen,
que te pierdan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno, ¿es parte de la antología que estás preparando?
jorge 20 21

Anónimo dijo...

Hola querida Elena, que placer me dió leer éste texto especialmente... (el goce que me provoca no deja de asombrarme).

Gilda.