domingo, agosto 06, 2006

6 de Agosto de 1945


Paul W. Tibbets pensó en lo innumerable que se volvería Agosto,
si lo dejaba crecer, desarrollarse,
soportar el vapor inusual de los damascos,
los graves gestos de los transportadores de agua,
el rojo muy rojo de las frutillas de la isla de Honshu.
Paul W. Tibbets concluía: ‘Si una mariposa bate las alas
en el renegrido pelo de una mujer japonesa,
puede que mañana caigan dos o tres imperios’
y acariciaba los perros de uranio,
mientras Hiroshima volaba en sueños,
y los insectos dorados de ácido se dejaban caer en el ozono
y los partos de esa mañana se atrasaban por las sirenas
a las 8, 05 de la mañana,
y el mundo que iba apareciendo entre las sombras
murmuraba la oración de la mañana
y cada vez más rápido, algo respiraba dentro del estómago del Enola Gay,
algo que era un dragón de mil cabezas y una,
que iba agitándose, creciendo, multiplicándose,
ahogándose muy dentro de sí misma, asfixiado de fuego,
y entonces algo remoto ocurría en un extremo de la isla,
un pájaro sacudiendo el brillante plumaje sobre el hondo silencio,
porque volvía a despuntar la raíz del tiempo,
y a esa hora eran las 8, 10 de la mañana,
por lo cual Wong nacía, Wong que era pálido y tenía dos manos,
y lloraba de veras sobre la cama de hospital,
y había un festejo de su madre con dos pechos de leche,
y los cereales giraban con el viento,
bailaban esa danza última con las nubes y la tierra,
algo de girasol y azucena teñían algunos jardines,
a pesar de la sangre y los desperdicios,
y los soldados americanos que morían con una muerte japonesa,
porque en la muerte todos cerraban los ojos de la misma manera,
y algo que llegaba al borde de su gestación,
‘little boy’ naciendo como Wong, aunque del otro lado de Wong,
porque era su contraparte, la parte negra de la vida,
la que caía, a las 8, 15 , la que formaba la rosa negra de los tiempos,
la que mutilaba y desordenaba tantos piernas y brazos,
la que arrasaba con el aire, a través del aire, la enorme lágrima,
en rosa, en negro, en rosa,
Hiroshima muriendo,
Hiroshima, grave, oscura y triste aullando al cielo.

Nota: La imagen pertenece a Jerry Glisch.


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