Tengo la fe pequeña.
Cada mañana, al vestirme,
la busco con tanta desesperación como es posible:
hurgo con las uñas el fondo de los zapatos,
meto los dedos en el resumidero,
en el café quemante
y voy dando vuelta cada prenda,
oliendo aquí y allá como un animal,
hosca y empecinada,
rastreando el signo oscuro
de sus pezuñas,
de sus patas bestiales,
de sus muchos ojos vueltos a Dios.
A veces resulta que la encuentro,
comiéndose mis muertes,
un pan del siempre más hambre
que la deja brevísima, aperrada,
y la tengo que salvar del hueco
que se abre
desde el fondo de mí misma.
Otras veces
es un vestido enorme y pesado,
(todo barro,
toda luz, también)
que me sostiene, como un ancla,
al mundo en que vivimos.
martes, enero 09, 2007
La pequeña fe.
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2 comentarios:
Precioso el poema... La fe siempre se vuelve a mirar a Dios, es cierto. Siempre tambalea y quiere cerrar los ojos, cierto también.
Es imperdible su lugarcito para leer. Saludos admirados de otro poeta...
Ramiro: le agradezco que se haya tomado el tiempo para pasar por aquí, y encima disfrutarlo, jeje.
Le mando saludos, y a su intuitiva y bella mujer ;)
pd: espero me haga el honor de compartir alguna obra suya.
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