jueves, enero 11, 2007

Tres.



1-
Yo, la misma, la otra, y toda mi fauna
nos hemos sentado esta tarde
a quererte,
a observarte como ese raro objeto
-eclipse, puño o sombra-
al que nuestras máscaras descienden
a extinguirse,
como se extinguen
las últimas horas de sol en los cementerios.

2-
Yo te vi nacer, Oscuro Mío.

Descendías como un zeppelín ardiendo,
vibrando como la nuez de Adán
en el hambre de Eva incauta.

Caías,
porque era imposible no caer
y porque era hermoso hacerlo
planeando el aire que olía a sangre
y a rosas de carne,
abriéndose.

3-
Esto que digo no sos vos.
Es, apenas,
la palabra,
un cadáver en la orilla,
algo, que pretende ganarle a la muerte,
el fantasma que atraviesa mis costillas
y no deja más que temblor,
más que ganas de arrodillarse
para cavar este muro de silencio.

Más allá de la línea,
lo innombrable se agita,
fascinante y rabioso,
como las serpientes.

2 comentarios:

Verónica Cento dijo...

Es bueno volver a verte, muchacha.


Un abrazo

Elena dijo...

Gracias, Vero. Es bueno ser bienvenida (muchas veces).
Otro abrazo.