viernes, junio 01, 2007

Lila o el arte del sancocho.

Llegada a la casa-Avistaje de uno o dos animales.

Está sobre la heladera.
Es una mancha negra, con dos puntos brillantes y verdes.
Esa mancha encarna la gatidad, sin ser aún en un gato.
La gatidad absoluta o ideal antes de la mueca del dios que la formule.
Alguna clase de gatidad superior,
un fuego de artificio,
alcohol ardiendo en una hendidura de la noche,
una hermosa ferocidad gimiendo por las ratas,
clavándome algunas uñas en un pecho,
una imagen de París,
una suavidad moldeada en el infierno.
Acercamiento-Visión

Lila.
La veo merodear casi sexualmente sobre la alacena.
Tiene el aire luciferino de quien muerde y traga sangre y nervios.
Tiene el alma angostada por la saciedad del hambre,
se lo noto en el latir caliente y animal.
Se mueve entre mis piernas con una cadencia cercana a Bach,
y la caricia, el certificado de que existo.

Cocinar es un arte-Actividad

Aún no encenderé la luz.
Me basta la lumbre náufraga del cigarrillo para verla brillar y gemir.
Entretanto, saco las flores amarillas de calabaza,
las dispongo sobre una fuente junto a las zanahorias y los alcauciles.

Esta escena deberá ser de una ceguera inusitada,
y me guío por el perfume y el silencio.
La tomo de una de sus suavidades: el cuello.
De un solo tajo la parto al medio mientras una parte me muerde la mano,
y yo grito y ella ya no puede.
El agua hierve con especias, sal y hojas de laurel.
Dejo caer allí sus dos puntas,
ambas hermosas y ya de una mortalidad visible y casi triste.

Me siento a la mesa. Sirvo el vino.
Me desnudo.
Pienso que cocinar es un arte.


Nota: La imagen pertenece a Miles Aldridge.

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