sábado, junio 17, 2006

La isla II


Hermosos, Ariadna, los cordeles que nacen de tu ombligo.
Hermosa la forma de dejarnos tu rastro y tu olor,
tu sombra como de violín, retenida en las cuevas.

Las flores habían crecido en el laberinto:
se enredaban en los cables, en las antenas,
en los huesos blancos de los que no llegaron.
El mismo olor a muerte, siempre.
La misma historia.

Sólo que esta vez -como cada vez-
hombre y minotauro coincidieronen la misma carne:
se comieron las frutas,
los dulces pájaros,
tu dócil aura de virgen.

Luego hicieron un dogal para tu cuello, Ariadna,
suavísimo pero inexpugnable,
con los lazos de tu pelo y tu cintura,
y tiraron fuerte de él, muy fuerte,
las dos mitades de la misma bestia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ariadna tiene ese encanto que comparten todas las mujeres: el cordel que nos trae a salvo del laverinto de la vida.

"El sol de la mañana reververó en la espada de bronce. ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-.El minotauro apenas se defendió".
jorge luis borges

así nos desarma el amor a los hombres bestias
este anónimo