
Antes de la lluvia
no hubo refugio,
caverna, estanque,
casa.
Era el tiempo del caos y el desconcierto.
El fuego de la tarde anidaba aquí,
en la piel,
y se dejaba estar
como un gato en un ánfora.
algo triste y cercano a la muerte,
como el humo o la niebla.
No teníamos ventanas.
Las cosas y los animales entraban en nosotros
como si fuésemos algo hueco,
un embudo de carne,
una ausencia.
Las espinas, los vidrios,
los desperdicios de la sangre,
el grito de los otros hombres,
la humedad de la mañana,
todo giraba alrededor nuestro,
y no había nombre para decir esas cosas:
apenas un gruñido torpe,
un balbuceo,
algo que no era palabra.
Entonces llegó el agua:
se hizo el tiempo de la cereza,
del ángel,
de todo lo que es brote,
humedad.
Hubo barro.
A propósito nos esculpíamos en esa materia.
A propósito jugábamos.
poníamos cara de Adán y Eva antes de la caída.
Empezábamos a hacer el mundo.
De a poco se levantó la casa.
Tenía paredes acariciantes.
Tenía olores cavernarios.
Tenía sugerida la muerte en la penumbra de sus rincones,
en las arañas escuálidas,
las ollas de cocer el maíz,
en las cortinas donde anidaba el fantasma.
Era el comienzo del mundo
y nacíamos.
no hubo refugio,
caverna, estanque,
casa.
Era el tiempo del caos y el desconcierto.
El fuego de la tarde anidaba aquí,
en la piel,
y se dejaba estar
como un gato en un ánfora.
algo triste y cercano a la muerte,
como el humo o la niebla.
No teníamos ventanas.
Las cosas y los animales entraban en nosotros
como si fuésemos algo hueco,
un embudo de carne,
una ausencia.
Las espinas, los vidrios,
los desperdicios de la sangre,
el grito de los otros hombres,
la humedad de la mañana,
todo giraba alrededor nuestro,
y no había nombre para decir esas cosas:
apenas un gruñido torpe,
un balbuceo,
algo que no era palabra.
Entonces llegó el agua:
se hizo el tiempo de la cereza,
del ángel,
de todo lo que es brote,
humedad.
Hubo barro.
A propósito nos esculpíamos en esa materia.
A propósito jugábamos.
poníamos cara de Adán y Eva antes de la caída.
Empezábamos a hacer el mundo.
De a poco se levantó la casa.
Tenía paredes acariciantes.
Tenía olores cavernarios.
Tenía sugerida la muerte en la penumbra de sus rincones,
en las arañas escuálidas,
las ollas de cocer el maíz,
en las cortinas donde anidaba el fantasma.
Era el comienzo del mundo
y nacíamos.
Nota: La imagen pertenece a Bahri Budak.