jueves, septiembre 20, 2007

20-09



Cuando Madre me daba de beber sus pechos, me enseñaba el mundo.
Me decía, con sus tetas grandiosas:
“hija, en el mundo hay Lutecia, hay China,
hay un bosque, o miríadas de bosques
cuyo nombre de todo es Eslovenia,
y esas cosas están más allá de mí”

Entonces se me agrandaban los ojos
y a los diez años se podía decir
que mis ojos cubrían el patio,
la ruta nueve sur,
las autopistas donde pacían vacas,
los incendios de las sierras.

No tenía vergüenza, yo, por mis ojos,
desparramados, cuando dormía,
por toda la casa.

Crecían rabiosos,
como maleza en verano,
y andaba viendo el corazón de las gentes,
abriendo los baúles donde la ropa de mi hermano muerto,
educando mis córneas en el neón triste de las ciudades,
en sus márgenes prolíficos de basura y de perros.

¿Qué fulgor opalescente coronó, aquella tarde,
la tristeza de las antenas?
¿Qué color de Apocalipsis?
¿Qué brillos angélicos retozaron en el horizonte?

De una brecha del cielo descendía el hombre
que habría de cegarme.

Nota: La imagen pertenece a Ali Alisir

1 comentario:

luks dijo...

dice: haga su comentario.
pero no es tan fácil
con los ojos tan crecidos