miércoles, noviembre 28, 2007

2811



Tengo la sangre, hoy, toda muda.
No puedo elaborar el grito
del desgarro diario.
No puedo prometerme nada.
No quiero una esperanza.

Estoy frágil y silenciosa
como nunca estuve,
de frente al espejo de mi propio espanto:
así me he puesto siempre.

Nunca me perdono, nunca
pienso en el dolor sutil. Le ofrezco
mi cuello a la bestia que quiera
y luego espero su saciedad,
su retirada.

Si me deja una ausencia,
un hueco incontenible, prefiero creer
que de mí ha comido la materia sombría:
que salgo rota
pero más pura.

Yo quisiera ser como un agua bíblica,
que al estirar la mano los hombres encuentren
su propia redención.
Pero sé que sólo conduzco
a un paraíso desmañado y salvaje,
donde el corazón que tengo
se agita
y retoza,
como un niño apedreado,
como un animal en celo,
atado y mustio.

Nota: La imagen pertenece a Sarah Kane.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

paraiso desmañado y salvaje, pero paraiso al fin...
Salud.

Anónimo dijo...

propongo compartir las bestias, atacarlos con sorpresas, tal y como suele suceder cada vez que paso a leerla.