
Soy el mar.
Devuelvo a la arena
lo que no me pertenece:
los cadáveres hinchados,
violetas,
en que pastan las altas gaviotas;
las costillas iridiscentes
de los negros bajeles;
la lente muerta de las torres
donde el sol se repite
y se fragmenta.
Más allá,
en la penumbra salitrosa
de la ciudad blanca,
suceden, con intermitencias,
la peste, o el equilibrio
de la peste.
En medio,
el hombre que es
una fisura en la eternidad,
va del infinito hacia la muerte
buscando, ciego,
la puerta del laberinto.
Devuelvo a la arena
lo que no me pertenece:
los cadáveres hinchados,
violetas,
en que pastan las altas gaviotas;
las costillas iridiscentes
de los negros bajeles;
la lente muerta de las torres
donde el sol se repite
y se fragmenta.
Más allá,
en la penumbra salitrosa
de la ciudad blanca,
suceden, con intermitencias,
la peste, o el equilibrio
de la peste.
En medio,
el hombre que es
una fisura en la eternidad,
va del infinito hacia la muerte
buscando, ciego,
la puerta del laberinto.
Nota: La imagen pertenece a Peter Kostal.